Capítulo 1.

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Eran esos segundos previos, justo el momento antes, el anticipo a aquello que tanto anhelaba, que le provocaron el cosquilleo en la boca del estómago. Su mitad iba a nacer, tenía que nacer. Llevaba esperando ese momento durante los 16 ciclos de su vida. Notaba una sensación de calor y presión en su costado; puso una mano allí y lo sintió aún más firme de lo que esperaba. "Tiene que nacer ya" pensó ella. Sin embargo, ese momento tan ansiado por la chica no llegaba. Lo que ella no sabía es que tampoco iba a suceder, de allí no nacería su mitad, pero aún le faltaba tiempo para descubrirlo.

—¡Fayna! —la llamaron.

La muchacha se dio la vuelta dejando que su melena cobriza reflejara la luz del sol que entraba por la ventana como si de fuego se tratara. Celine la había llamado; era La directora del departamento de sanidad, uno de los integrantes más importantes de la Cooperativa. Dadas las circunstancias de la muchacha, sin una mitad que naciera después de estar más de una semana con síntomas preparto, habían hecho que la persona más competente, Celine, se ocupara de su caso.

—Siento traerte malas noticias, Fayna, pero no puedes seguir así. Tenemos que extraerte la bolsa de tu mitad, si sigues así no conseguiremos nada más que perder a una joven capaz y con potencial. No merece la pena, ya ha habido otros casos así, no es tan malo como crees.

La muchacha, incrédula, se quedó con la boca abierta por el asombro ante la propuesta que le estaba haciendo esa mujer.

—¡No! —chilló— No voy a ser una triste que no tiene mitad. ¡Me niego!

Con sus delgados brazos rodeó su abdomen, en un intento de abrazo, protegiendo la bolsa de su mitad.

Ante los gritos de la muchacha, entraron dos guardas por la puerta en alerta, preparados para encontrarse lo que fuera allí dentro.

—¿Sucede algo? —preguntó el primero.

Con el gesto de una mano, Celine hizo que ambos guardas se pusieran rectos, dejando la posición de ataque con la que habían entrado segundos antes.

—No pasa nada. Es una reacción normal. —Se giró para mirar a los dos y prosiguió para darles órdenes:— Solo necesito que me traigáis lo que os he dicho antes, por favor.

El segundo guarda, Yarenn, salió de la habitación y a los cinco segundos volvía a estar ahí. Entre sus manos había unas esposas. Fayna se sobresaltó, ella no quería hacer daño a nadie, no había hecho nada malo tampoco, solo quería que su mitad naciera, no era pedir tanto. Quería ser como el resto de sus amigos quienes hacía ya semanas habían conseguido sus mitades. Sintió un frío gélido por la espalda a la vez que le caían gotas de sudor por la frente. Llevaba días con una carga emocional muy alta esperando el tan ansiado nacimiento y, muy posiblemente, esas sensaciones que tenía no eran nada más que delirios febriles.

—¡No! ¡No, no, no y no! —Pataleó ella cuando entre Yarenn y Chaomas, los dos guardas, la cogieron por los brazos y le esposaron una mano en el cabezal de la cama del hospital donde se encontraba.

Celine fue contundente con sus órdenes:

—Llevadla inmediatamente a quirófano. No podemos perder más tiempo —sentenció saliendo de la habitación parando solo un segundo mientras se enfundaba las manos con unos guantes de médico.

Fayna, desesperada, giró la cabeza hacia donde tenía la mano esposada para poder ver si había algún modo de huida. No era posible quitarse las esposas, no veía manera posible. Su pecho ascendía y descendía a un ritmo descontrolado. No podían quitarle su mitad. Si su vida estaba en peligro, debía ser ella quien decidiera si correr o no ese riesgo; no podían robarle ese derecho ni tampoco podían robarle esa mitad que ella ansiaba tener. Compartir la existencia con otro ser vivo nacido de ella era lo que había anhelado siempre; había sido una niña desafortunada, había perdido a sus padres de muy pequeñita y nunca había tenido un apoyo para ella, por eso esa mitad que aún dormía en la bolsa de su costado era ya tan especial y querida antes de que hubiera ni siquiera nacido.

La leyenda de la mitad predestinada.Where stories live. Discover now