- ¡Rasu! – Alzo la voz el monje Hisoka en espera de alguna respuesta – Por dios, esta chica es demasiado holgazana- se quejó cerrando sus ojos algo irritado - ¡RASU! – volvió a llamar, alzando un poco más el tono de voz. Soltó un largo suspiro, antes de darse por vencido y entrar al templo Pounce se acerco cuidadosamente sobando su cabeza en el hombro del monje – No puedo creer que una bestia salvaje como tú, sea más obediente que ese mono de montaña – vocifero con clara intención de que lo escucharan, acaricio suavemente el lomo de Pounce.
-No soy un mono, soy un gorila – Respondió Rasu dejando caer perezosamente tu torso desde el tejado, mirándolo vagamente con el único ojo que se lograba abrir - ¿Que pasa Maestro? – respondió la chica bostezando.
-Hoy cumpliste 18 años, es hora de que te vayas a Edo- Exclamo Hisoka agarrando rápidamente a la chica del rostro y lanzarla al piso, en claro rechazo por su actitud vaga
-No me dolió – alzo su pulgar demostrándole que se encontraba bien
-No me interesa, solo vete – el monje bajo un par de escalones para poder sentarse observando a la chica que aún no sé levantaba
Rasu se levantó y soltó un leve quejido - Esa no es manera de tratar a tu única estudiante – protesto, sacudiendo la hierva seca que se le había pegado a la ropa
- Toma – estiro su mano dejando alcanzar un bolso que iba con todo lo necesario para que la chica no lo pasara ningún tipo de necesidad – sabes que debes de irte, no puedes ocupar mi lugar y quiero que tengas una vida normal y feliz –
Rasu obsevo al monje unos segundos -Si ese es su deseo maestro lo hare – la chica estiro su brazo recibiendo el bolso – hubieras tenido un poco más de consideración, me hubieras echado mañana al menos- sonrió burlonamente con intención de sacar de quicio al monje.
-Es mi templo, yo se cuando o no te puedo echar ¡ahora vete de una vez! – le hizo un gesto con la mano
-Pff, como sea – alzo su brazo haciendo un gesto de despedida – seguro volveré a penas se me acabe el dinero, así que no se acostumbren a estar sin mi – dijo tomando el camino por el sendero que llevaba al pueblo a los pies de la montaña.
- ¡Cuídate! – grito el monje despidiéndose, acariciando nuevamente el lomo de Pounce.
Rasu siguió su camino a paso perezoso, hasta llegar a las escaleras que decencia hasta el pueblo. De verdad habría preferido que el monje la hubiera echado al día siguiente. aunque probablemente si no lo hacía ahora, quizás nunca habría logrado sacarla de ahí. La chica soltó un gran bostezo acomodando el bolso en su espalda y continuo su camino, descendiendo de la montaña.
-Vaya, pero si es Amaterasu- dijo una de las señoras que estaba sentada en un banco al lado de un puesto de dangos
-Rasu para los colegas- corrigió la chica dirigiéndole una sonrisa.
-No te veía desde año nuevo, ya creía que te habías vuelto una ermitaña como el monje Hisoka – dijo otra de las señoras soltando una leve risita.
-Pff... ese monje de tercera quiere ser el único ermitaño de la montaña- alego Rasu haciendo una mueca de disgusto – me hecho del templo –
-Vaya, y ¿Qué harás? – pregunto la señora que la había saludado con anterioridad, con una mirada algo preocupada.
-El monje me envió con unos amigos que tiene en Edo – respondió volviendo a su estado de ánimo normal mientras sacaba una brocheta de dangos - Así que las dejo señoras, un gusto haberlas visto – volvió a sonreír haciéndole una rápida reverencia – ¡nos vemos en un par de meses más! – exclamo apresurando el paso mientras se llenaba la boca con dangos. Las señoras se despedían de la chica con una sonrisa, volviendo a conversar entre ellas.