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Despiadado, salvaje, implacable, temido y peligroso, eran sólo conceptos que se aferraban a él desde el inicio de los tiempos y hasta la eternidad.
Cualquier ser mortal que se atrevía a vislumbrarlo quedaba impactado con su divinidad, pero al mismo tiempo era puesto en peligro inminente... Él no dejaba que nadie lo viera sin ninguna razón.
Él pecó y fue desterrado de todo lo que conocía, pero no se equivoquen, valió la pena. Cayó pero aterrizó en unos cálidos brazos puestos sobre un cuerpo pequeño pero vivaz. Fue mirado con adoración por un par de ojos brillantes como la luna y las estrellas. Fue aconsejado sabiamente por una boca que parecía el paraíso, ésta no se comparaba del lugar de donde él provenía. Cualquier cosa a comparación de ella era nada, él mismo se sentía como nada sin ella.
Todo el mundo estaba seguro que lo de elllos terminaría en ruina y no pudieron haber tenido mayor razón, era como si hubieran dicho una obviedad como que del cielo llueve.
¿Por qué lo malo siempre pasa? La pregunta rondaba su mente cada vez que cerraba los ojos y esa sensación de pesadez y frío se apoderaba de él.
Lo consideraban la criatura mas hermosa pero bien dicen que nadie es perfecto, o al menos no lo es mucho tiempo.
Cuando ella vivía se consideraba pleno y no hacía otra cosa más que amarla y protegerla con furia, devosión y pasión. La idolatraba, y lo seguía haciendo, era su Dios, su Diosa... Era el amor más puro, conmovedor y palpitante de todos.
Cayó del cielo, sí, pero aterrizó en otro millones de veces mejor.
Ahora sólo sentía que había encontrado el infierno.

Notas simplesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora