Me quedo sin hogar.

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Cuando estoy triste requiero que la gente me ayude a levantarme, muchas veces yo solo no puedo.

Mis amigos son maravillosos para eso, al menos la mayoría. Mi familia... no. Nunca se han tomado demasiado en serio el tema de la salud mental, tal vez por eso no sepan que la mía está en la mierda.

Mi madre realmente piensa que, si lo que sea que me ocurre no se me pasa con una palmadita en la espalda, son dramatismos adolescentes. Entonces yo le repito lo que me pasa. Lo relato y dejo las cosas a punto para que comprenda que debe decir, pero no lo hace. Actúa como si la sobrecargase con cosas que son mis problemas, que son exageraciones y que tengo que solucionar solo.

Supongo que por eso dejé de contarles las cosas: pedir ayuda desesperadamente mientras se intentan zafar de ti no inspira demasiada confianza cuando toca hablar de cosas especialmente serias o delicadas, y yo me siento así cada vez que no estoy bien e intento apoyarme en casa. Tal vez no los llamarían dramatismos si supieran todo lo que está ocurriendo realmente, pero si se lo cuento no lo van a saber, lo van a escuchar, y eso no supone creerse nada necesariamente.

¿Dejo que fluya ?Where stories live. Discover now