Ella y Él

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Él


Ethan se descubrió a sí mismo tarareando.

Era cierto que la idea de salir antes del trabajo para estar con su esposa e hijo lo emocionaba, pero aquella felicidad que sentía en ese momento era de otro tipo. Era como si al fin el futuro lograba convertirse en presente, y el pasado, dejaba de inmiscuirse entre lo que es y lo que será.

Quizás este era el día en que todo cambiaría para bien, o eso es lo que anhelaba en su interior.

No había nada más alejado de la verdad.

Si Ethan hubiese sabido lo que ese día le deparaba, habría dado media vuelta de inmediato e infringido cuanta ley de tránsito fuese necesaria para alejarse de ese lugar.

De saber la situación insana que tendría que afrontar, habría conducido hasta que el tanque de gasolina estuviese vacío, y luego corrido varios kilómetros más hasta que el cansancio de sus piernas vencieran al pavor del conocimiento.

Si hubiese sabido la infelicidad con que derramaría lágrimas arrodillado y derrotado, habría desbarrancado su coche con la primera de las curvas en su retorno al hogar.

Si hubiese sabido. Pero no, claro que no. Después de todo, no somos seres construidos para conocer el futuro.


7.22 pm

—Cariño, bebé. Hoy termine temprano. —Ethan estaba contento de que este aniversario al fin lo pasaría con su familia—. Podemos ir a ese lugar que tanto te gusta.

No obtuvo respuesta.

«Debe estar dándose una ducha», pensó para sí. Vaya si sabía que a su esposa le encantaban las duchas, esta no sería la primera vez que la encontraba saliendo del tocador envuelta en toallas.

No acostumbraba a salir antes del trabajo, esta era la primera vez en mucho tiempo que volvía antes de que las estrellas colmaran el firmamento, las venció por muy poco, el cielo estaba teñido de un pálido color naranjo cuando cruzó el umbral de su hogar.

Quiso sorprender a su esposa. Sin embargo, no había nada que lo hubieses podido preparar para la escena que lo esperaba en su propia sala.



Ella


Mariana amaba a su esposo, de eso no cabía duda. Pero como a menudo sucede, el amor se vuelve insuficiente. Ciertamente para ella, el amor por sí solo ya no alcanzaba. Hacía mucho tiempo que ya no era suficiente, y eso lo sabía muy bien Ariel. Quién para bien o para mal, apareció en su vida en el momento que ella más lo necesitaba.

O al menos eso era lo que la felicidad de su presencia le hacía creer a una obnubilada Mariana.


12.40 pm

—No quiero hacerlo —dijo Mariana—. Me arrepentí, quiero que te vayas, ¿Qué pasaría si decide pasarse a saludar de un momento a otro?

Ariel dice solo cinco palabras, se las susurra al oído, y estas dan justo en la llaga. Mariana comienza a gritar:

—¡Sí, soy una cobarde, pero esto es ir demasiado lejos!

Ariel no grita, sabe que eventualmente la convencerá, de una forma u otra. Sus palabras son elixir hipnótico en los oídos de la mujer.

—Por supuesto que te amo y quiero irme contigo —le espetó Mariana—, ese no es el punto, pero acaso, ¿no hay otra manera? —Su voz parece casi suplicante.

Ariel ni siquiera se inmuta, está firme en su decisión. Sus intenciones son claras..., y macabras, sobre todo macabras.

El sol está en lo más alto, un rayo de luz encandila el ojo izquierdo de Mariana, está en el umbral de la puerta delantera de su casa. La mitad de su cuerpo está adentro y la otra mitad afuera. Igual que su mente, partida en dos, debatiéndose entre lo uno o lo otro.

Ariel sigue hablando. Ella lo escucha.

Frenético Aniversario de (San) ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora