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No hay nada peor que perderte en ti mismo.
No hay nada peor que tener que ocultar tus sentimientos.
No hay nada peor que no saber explicar el torbellino de sensaciones que hay en ti.
Pero definitivamente no hay nada peor que sentirte un intruso en tu propio cuerpo. La vida nos golpea tanto y con tanta frecuencia que aveces no queremos volver a levantarnos, muchos nos alientan a seguir por qué sólo son observadores de nuestras peleas y todos sabemos que observarlo y vivirlo son cosas totalmente diferentes. Cuando llegas al punto donde no quieres siquiera salir de tu cuarto, no quieres hablar con nadie y nisiquiera deseas un abrazo porque entiendes que si alguien te muestra un poco de empatía todos los partes que intentas unir se van a terminar de romper y tú más que nadie sabe que no puedes permitirte romperte más de lo que estás.

Muchos nos ven con mala actitud, mala cara o hasta con la mayor sonrisa del mundo sin saber que dentro nuestro podemos estar librando la batalla interna que nos hacer perder la poca cordura que nos queda. Cuando una persona llega a su límite, la mínima acción puede crear la más grande explosión de emociones y esto puede ser fatal para alguien que no tiene quien pueda darle una mano para sacarlo del hoyo donde han caído.

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