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Derek

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Derek

Gruñi, el enojo escapó de mi con una increíble fluidez y cerré con fuerza mis ojos dando pequeños pasos hacia atrás, sintiendo esta vez como el enojo junto a las ganas de dominar el asunto eran más fuertes.

Esos hijos de perra. -Habló Carmesí de forma lenta, juraba que podía estar con sus pelos erizados por el enojo.

Sentí mi costilla adolorida mientras cerraba mis ojos unos segundos, no estába fracturada, estaba adolorida nada más.

Mierda.

—Derek, debes de descansar. . .-Ignoro a Mike mientras caminaba con rapidez, casi corriendo perdiendome en el bosque.


Intento recordar perfectamente aquel lugar, al llegar camino mirando el suelo con nerviosismo, el corazón latía con fuerza y solté un suspiro aliviado viendo aquella puerta entre el pasto abriendo esta de forma lenta.

—¿Ethan? - Hablé metiendo mi cabeza, encontrandome con un Ethan arrullando a una pequeña niña, el se sobresaltó al verme pero su expresión pareció relajarse totalmente.

Sus bonitos y celestes ojos estaban cristalizados, estaban llenos de lágrimas, las esquinas de sus ojitos estaban rojizas y su nariz igual dándome a entender que estuvo llorando.

Bajé con rapidez, acercandome a mi destinado, de inmediato se acercó a mi y me abraza con uno de sus brazos ahogando un sollozo, tocó mi rostro de forma lenta como si estuviera asegurando que era yo.

—Llegaste - susurra, sus ojitos brillaban en lágrimas y se hundió en mi pecho. —Pensé que no volverás, estuve asustado, tenía tanto miedo de que no volvieras.

Toco su rostro, limpiando esas lágrimas, podía sentir esas emociones con las mias, sin embargo estaban siendo tan controladas en este momento que lo único que quería era calmar al Omega, Ethan pareció calmarse unos muy largos minutos después.

Besé su frente, juntando después nuestras frentes mientras sentía ese aroma a mandarinas llegar a mi nariz, sintiendo como estaba a salvo  por sin estaba bien.

—Vamos a casa ¿si? - El asintió abrazando a la pequeña niña. —Después hablamos de esto —El volvió asentir.

Lo ayudé a subir mientras el tenía entre sus brazos ese pequeño cuerpo, la pequeña parecía estar tan agusto entre sus brazos que ni siquiera me molesté en hablar de nuevo, sentía como aquel alivio llenaba mi ser el que el estuviera bien.

—Lo hicimos bien. - Mi lobo habló y sonreí un poco mirando después a Ethan.

—¿Ocurre algo? - murmuró cargando bien a la niña.

Miro como ella esconde su rostro en su cuello y sus pequeños brazos envolvieron su cuello. Ethan pasa su mano por su cabello rubio platino y sonríe un poco mirándome después.

—No— suspiré curveando mis cejas—. Solo son pensamientos.

El movió su cabeza dudando por mis palabras sin embargo continuamos caminando. Cuando al fin llegamos habíamos entrado, sentí el cuerpo tenso de mi Omega y los llevo a una habitación.

Podía sentir ese frío en el lugar  no tardo en poner unos troncos en la chimenea y me senté en frente a Ethan, el miraba a la niña dormir en el sofá, mordiendo mi labio inferior le miré.


—¿Cual es su nombre? - miro aquella cabellera rubia y el Omega sonrió recorriendo mechones de este.

Fue extraño el verlo así y sentir ese calor recorrer mi pecho, sonreí un poco.

—Melody- respondió, sus ojos le miraban con cariño y me volteó a ver. —Nuestra hija.

¿Qué?

Sentí mis ojos salirse casi de sus órbitas y Ethan soltó una risa.

—Respira, respira, mentira, era mentira - volvió a reír bonito y toma mi rostro, no pude evitar perderme en esos ojos tan lindos.

Nuestra hija.

Ethan acarició mi barbilla.

—La encontré en el bosque, sus padres. . . - hizo una mueca entendiendo aquello y Ethan recarga su frente en mi pecho. —No tiene a nadie Dek.

Miré a la pequeña niña quien parecía haber despertado pero aún estando en su mundo, mis ojos fueron a los del Omega y recorriendo su pómulo besé su mejilla.

—Que se quede. - Alzó sus cejas en forma de sorpresa. —Claro, si gustas también.

Y esta vez Ethan sonrió feliz, abrazandome y besando mi mejilla, sentí mi corazón latir fuerte, ese sentimiento se enlazó con el suyo y me derrito disfrutando de su calor.

—Gracias - susurra.

Niego un poquito, abrazando bien al Omega quien se estremeció y pareció estar a gusto entre mis brazos, guardando unos segundos en silencio mientras nos veíamos.

—¿Seria correcto besarte? - su voz salió casi en un hilo y mis mejillas se ponen rojas.

Sentí mi corazón acelerase aún más de lo que ya estaba.


Su dulce aroma me envolvió y me sentí en el cielo mismo.

Nuestras narices rozan.

Aquella sensación en la boca de mi estómago me hacia pensar que esto si era real.

—Aun que lo hicimos en medio de aquello - sus mejillas toman color — para unos destinados como nosotros, si. - susurro muy bajo y sus labios se juntan de forma lenta con los míos.

Fue una explosión que pude disfrutar, tan distinta a una de llanto o de enojo, fue una muy diferente que amé.

Y al momento de ver sus ojos al separarnos supe muy claro algunas cosas.

Mi Omega era lo único que necesitaba para estar en pie, además que sería el único en romperme.

Sus labios volvieron a los míos en un beso que pudimos sentir esta vez sin timidez, mis brazos abrazan su cintura y ríe bajo.

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E T H A N [1]  resubiendoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora