Sweet Dreams are made of this

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La casa de Max siempre me generaba esa desazón de perfección que hacia que mis pelos se erizarán como los de un gato. La cosa es que seguro sólo era envidia poco sana.

El patio frontal lleno de flores y arbustos de mora juntó con la entrada pintada de blanco era un cartel pacífico tal y como era la familia. Con una sonrisa de poca monta, me acerque a la puerta de roble para tocar el timbre que se asomaba a un costado de la misma.

-Oh Oliver querido, Max y Ricky te están esperando en la sala- me saludó la Señora O'Conell con sus perfectos dientes blancos y bucles rojos, creo que mi madre también le tenía un poco de envidia a esa mujer que se pasaba el día arreglado sus flores o haciendo pasteles a costa de su marido que se rompía la espalda trabajando.

-Gracias-murmure seco mientras pasaba a un lado de la mujer y pasaba por el recibidor repleto de fotos de la familia. Las primeras veces me divertía enserio, ver a Max con un traje de princesa en la obra del Kinder o a su hermano nadando en el lodo de bebé, pero ahora me resultaba perturbador el que todos esos ojos me mirarán tan fijamente.

-Gunt pensé que no aparecerías, estaba por largarme-me grito mi amigo mientras se levantaba del sofá de un salto, por lo cual recibió una reprimenda de su madre que nos observaba como un Cuervo desde la esquina del lugar.

-¿A donde vamos?-directo al grano. Su hermano pequeño se levantó con sutileza, beso a la mejilla de la Señora O'Conell y movió sus labios cerca a su oído antes de emprender camino a la salida. Había que resaltar que el hermano de Max no hablaba, ni una palabra o susurro ni siquiera a su madre. Yo mire todo el recorrido como una ama de llaves ve una novela mexicana, era tan perfecto que hasta daba risa.

-Rick quiere ir a L' Enfance- solté una risa ahogada como esas que salen en medio de los exámenes cuando vez a alguien desesperado por copiar, Max nunca había servido para el francés; incluso llego a desaprobar la materia por su desagradable odio al mismo y su necedad a aprender- un show raro de esos que le gustan.

Asentimientos, despedidas vacías y advertencias de una madre sobre protectora. Antes de lo pensado ya nos encontrábamos yendo por la autopista en el auto de Max.

-Y entonces Gina empezó a subirse la camiseta para dejarme ver sus tetas- mi amigo tenía esa mala costumbre de pasarse presumiendo de su actividad sexual.

Yo era virgen y de cierto modo me incomodaba escucharlo. Saber que sí no perdía mi "pureza" para este año, sería considerado un marica. Incluso Max me lo venía diciendo desde hace rato, eso de que era una vergüenza que no haya podido acostarme ni con la más fácil.

Era muy fácil para el decirlo. Haber que consiga una chica dispuesta a tener sexo con un loco que toma pastillas prescritas y que consta de problemas con la sociedad.

-Oye, tu hermano imbécil- le solté entre dientes, más por no querer escucharlo que por Ricky, el cual era casi autista y una de las razones por las que la Sra. O'Conell se pasará la vida sobre sus hijos.

-Ni siquiera puede escucharnos tarado- río estruendosamente mientras estacionaba el auto a la entrada de un bosque a costas de la autopista 9- Es aquí.

La sangre se me heló. Podría agregar a la lista de desperfecto mi abrasador temor a los bosques. Sentí una mano tocarme el hombro y mis manos guardadas en mi chaqueta temblaron levemente.

-Ya estamos por llegar a casa- su voz fue débil y fina como la porcelana casi como sí viniera del fondo del mar. Voltee levemente la cabeza y mire a los ojos verdes de Ricky, el hermano de mi mejor amigo que había vuelto hablar luego de 6 años.

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Saludos a Paloma L. Mi mejor amiga que sugirió un apellido para la familia de Max que yo descarte cruelmente.

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