III

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(junio de 2014, Día 2)

Caía de nuevo la noche cuando entraron una vez más al estudio, dispuestos a escoger otro grupo de canciones; esta vez al menos Pumba entró con ellos, para prevenirlos de distraerse, fue la razón que dio Bill, aunque Tom sabía que tanto el cachorro como él no podían estarse mucho tiempo alejados; a veces, Tom llegaba a sentir hasta un poco de celos de las caricias y cuidados que Bill prodigaba al más joven de la familia Kaulitz, pero no podía negar que el pequeño era todo un seductor de corazones humanos que también le provocaba arranques de ternura.

Además, tal vez Bill y Tom necesitarían apoyo emocional si iban a zambullirse entre todos los sentimientos que su separación como pareja les habían provocado.

Si Tom había escrito una letra volcando su frustración en ella, mucho más lo hizo Bill, porque esa siempre había sido su naturaleza: escribir lo que le lastimaba, o lo que le hacía feliz, o lo que temía, dándole forma poética y ritmo de canción.

Bill le señaló una pista: "Dancing in the dark"; una de las más dolidas, tanto como "Invaded", imbuida por una sensación de pérdida y desesperanza, cuando Bill se sentía cazado por una sombra, un dolor constante. Eso era su vida sin el perdón de Tom, sin poder sentir su amor de modo total, y lo peor era que no encontraba ninguna salida; lo había intentado prácticamente todo, pero parecía que nada podría ayudarlo: Con cada aliento que tomo, pierdo mi intuición; ahogándose en lágrimas, lucha contra el amor. Fotografías del pasado, el dolor viene a estrellarse sobre mí. Nos recuerdo, pero esos sentimientos están mal.

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(julio de 2013)

Fueron días y noches de insomnio, de sentir que se le escapaba la vida y que su corazón ya no vivía dentro de su pecho: Tom se lo había llevado consigo.

En un arranque, Bill afeitó todo su cabello, como un símbolo de su sentimiento de pérdida: tal vez necesitaba recomenzar todo desde cero, intentar vivir sin Tom, o al menos aprender a vivir sin tener su amor.

Al inicio, se iba solo a los clubes nocturnos, o con amigos juerguistas como Alex, e intentaba acallar el dolor con la música muy alta, las personas bailando a su alrededor, él mismo intentando dejarse llevar por el ritmo y las luces hipnóticas. Sin embargo, nada de eso era suficiente, así que empezó a consumir grandes cantidades de alcohol, y alguna vez que otra, pequeñas dosis de cocaína.

En una de esas noches, mientras se movía sin mucho talento y de forma casi ausente en la pista, sintió el aroma de su gemelo llegando a él a través del olor de los cigarrillos; no quiso abrir los ojos hasta que sus manos lo tomaron de la cintura. Recostó la espalda en su pecho.

—Vámonos a casa, Bill —susurró Tom en su oído.

—No, quiero quedarme. Quédate aquí conmigo, Tomi.

—Estás mal; pude sentirlo y por eso vine por ti. ¿Qué tomaste?

—Vodka y redbull, como siempre.

—Hay algo más.

—Hmmm —Bill se removió contra él haciéndole sentir su trasero, y dejó salir un sonoro gemido—. ¿Qué crees, Tomi? Te dejaré adivinar.

—Mírame —comandó Tom volviéndolo de frente a él. Los ojos de Bill, enrojecidos, trataban de enfocarse en el hermoso rostro frente a él, sin lograrlo. «Cocaína», Tom no lo pronunció pero igual Bill pudo escucharlo—. ¿Por qué haces estas cosas?

—Tú lo sabes. Te extraño... mucho —alzó los brazos y se colgó de su cuello.

—Siempre estoy contigo.

LA CANCIÓN QUE NUNCA DIRÉ.  TEMPORADA IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora