Código de barras

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Vamos a volver al sótano cuando nos cruzamos con el guardia:
-¡¿Qué hacéis vosotros dos aquí!?
-L... lo... sentimos- comento con voz temblorosa-. Solo queríamos... solo veníamos a hablar con nuestros tutores...
-¿A las once de la noche? Chico, a lo mejor no soy Steven Hawking, pero no soy imbécil. ¿Qué queríais hacer realmente?
...
Hubo un largo e incómodo silencio
-Mirad, no le diré a nadie que habéis estado aquí si vosotros tampoco decís nada de mí, ¿problema resuelto?- La mirada de Clay se cruzó con la mía al entender que aquel señor no era ningún vigilante. Y, sin cara de preocupación, asentimos
-Perfecto, pues iros a vuestra casa ya; es tarde y vuestros padres estarán preocupados-. dijo el extraño señor, sin tener ni idea de cuál era nuestro plan
-Va...Vale, adiós-. dice Clay, instantes antes de agarrarme del brazo y tirar bruscamente de él para que salga junto a él del edificio. Pero yo no me muevo: me quedo en el sitio, clavado en el suelo como si mis pies fuesen de puro cemento. Pasaba algo, y quería saber el qué:
-Para empezar-, comienzo a decir- si usted nos ha preguntado lo que hacíamos aquí, nosotros le podemos hacer exactamente la misma pregunta- comento, pero sin recordar que cuando él nos lo había preguntado nos habíamos quedado los dos callados. Y, de repente, se me rompe la voz y rectifico:
-Perdón, no le hemos dicho todavía lo que queríamos hacer aquí. Esta mañana, nada más llegar a clase, nos han reunido a todos y han ido, uno a uno, tatuándoles unos códigos de barras en el cuello a cada niño. Mi amigo Clay y yo nos hemos conseguido escapar antes de que nos los implantaran a nosotros también. Pero hemos venido ahora para saber que querían hacernos.
-Ahora, le toca a usted: díganos, ¿qué le trae hasta aquí? Por cierto, mi nombre es Clay, Clay Aniston.
El hombre, un poco sorprendido después de esto último, se tuvo que agarrar a la estantería negro verdoso que tenía a su izquierda para no caer al suelo:
-¿Cómo?