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-¿Qué crees que nos quieren hacer? -pregunto con preocupación
-No lo sé, puede que quieran experimentar con nosotros y por eso nos pongan códigos de barras, como para diferenciarnos a cada conejillo de indias. Y tú,¿qué crees?
-Ni idea. A lo mejor hay algo de especial en nuestro colegio. A lo mejor quieren algo de nosotros que no pueden conseguir de cualquier otra persona por algo que nos vincula a todos los alumnos con ese sitio.
Bastaba con mirarnos las caras el uno al otro para saber que lo que acabábamos de decir no lo habíamos dicho de broma. Era algo que pensábamos que podría ser cierto. Vale, tampoco es muy creíble, pero a cualquiera que le digas que en nuestro colegio, en vez de dar clase, están tatuando códigos de barras en el cuello a los alumnos va a pensar que estamos chiflados.
-Cuando caiga la noche y se vayan, entraremos por la puerta del sótano que da a la calle e investigáremos.
-Vale, entraremos e iremos a la sala de profesores a buscar pruebas e información sobre el tema.
———————————————————Cae la noche...
Hemos avisado a nuestros padres de que yo me quedaba en casa de Clay y Clay en la mía para poder estar tranquilamente toda la noche sin que nos llamen para ver cómo y dónde estamos cada dos por tres.
22:00 En el sótano del colegio
Llegamos a la puerta de salida a la calle del sótano que anteriormente dejamos abierta. La abrimos y encendemos la luz. Paseamos hasta que damos con la puerta de entrada al colegio desde el sótano. Abrimos; apagamos la luz y la cerramos. Al llegar a secretaría iluminados por la luz de la linterna que hemos comprado en una tienda cercana al colegio, nos ponemos a buscar las llaves de la sala de profesores. Las encontramos en el mismo cajón en que encontramos las llaves del sótano esta misma mañana. Las cogemos y nos dirigimos a la sala de profesores en el momento exacto en el que viene un vigilante de seguridad al que le toca el último turno de noche del año hasta el próximo trimestre. Nuestra primera reacción es de pánico. Después, nos escondemos debajo de una de las mesas de secretaría sin hacer ni un ruido. El vigilante sigue su camino hacia el pasillo de la izquierda. Nada más desaparecer su sombra reflejada en el suelo debido al brillo de la luna llena de esta noche, nos apresuramos hacia la sala de profesores rápidamente y abrimos la puerta con la llave que habíamos cogido. La sala de profesores era grande: cuatro mesas grandes juntas en una mucho mayor; sus doce respectivas sillas; material escolar; los expedientes de todos los alumnos y una máquina expendedora, sin contar todos los armarios con cuadernos, estuches y objetos perdidos.
-Vamos a empezar a registrar por los armarios. -Vale. Tú inspecciona ese marrón pequeño de allí y yo empezaré con este.
Así que nos ponemos manos a la obra con los armarios.

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