Don't tell Noona (Jicheol)

VEINTIUNO

Jihoon no quiso ni guardar el celular después de leer el último mensaje de Seungcheol, por si acaso el chico le mandaba algo más. Llevó dos manos ahora temblorosas hacia la tercera taza de café latte, la cual había ordenado tan sólo cinco minutos antes de recibir los mensajes del mayor, decidido a terminársela lo más rápido posible para salir de la cafetería y esperar a Seungcheol en la puerta. Afuera seguía lloviendo sin intenciones de parar, los truenos resonaban en el silencio del establecimiento haciendo al rubio cerrar los ojos y crujir los dientes cada vez, y la peligrosa mezcla entre miedo, cafeína, frío, preocupación y ahora ansiedad por reunirse al fin con el pelinegro tenían a Jihoon literalmente temblando sobre su asiento. Ya no estaba asustado nada más de la tormenta y los truenos, en ese momento estaba maquinando una y mil teorías sobre qué podría haberle pasado a Seungcheol, cada una peor que la anterior, asustándose más él solo. Y bebía el café a sorbos mientras trataba de pensar con claridad: Seungcheol no podría haber tenido un accidente porque no iría a buscarlo si ese fuera el caso, entonces esa idea quedaba descartada; ¿tal vez le habían robado? No tenía mucho sentido, en lugar de decirle "te voy a buscar ahora" tendría que haberle dicho algo como "pídete un taxi porque estoy en la estación de policías", ¿verdad?

Pero entonces pensó en la abuela de Seungcheol, y se asustó de verdad. ¿Y si le había ocurrido algo a ella? Que no sea eso, rogó en su mente. Por favor, que no sea eso. No entendía cómo no se le había pasado eso por la mente hasta ese momento, especialmente teniendo en cuenta que últimamente la mujer había empeorado drásticamente y de modo muy rápido, pero ahora que había pensado en ello ya no podía sacárselo de la cabeza. La noche anterior la mujer se había quedado dormida para cuando Seungcheol llegó del trabajo, y cuando se levantó por la noche y encontró al chico en la cocina lo desconoció y se asustó pensando que su propio nieto era un ladrón o algo así, y Jihoon todavía sentía un terrible nudo en la garganta al recordar cómo Seungcheol le había contado a la medianoche cuando hablaban por teléfono que la mujer intentó llamar a la policía hasta que Seungcheol fingió que se iba quedándose afuera hasta bien entrada la noche, y no volvió a entrar a su casa hasta que no se aseguró de que la abuela dormía. Por eso había tardado tanto en hablarle, porque en el apuro por salir para no alterar más a la mujer había dejado el teléfono olvidado en la sala, y no lo recuperó hasta la hora en la que le habló, cuando logró entrar de nuevo a la casa. Por más que Seungcheol no dio muchos detalles y trató de hacer el relato lo más breve y rápido posible, Jihoon pudo notar el dolor vibrando en cada palabra que soltaba incluso a través del teléfono. Las cosas con la abuela estaban complicándose a una velocidad vertiginosa y Jihoon sabía que Seungcheol estaba pasándola muy mal, no podía soportar la idea de que algo le hubiera sucedido a la mujer ahora. Era injusto, era doloroso, y Jihoon ahora tenía mucho miedo de que fuese cierto.

Con ese nuevo pensamiento tan horrible nublándole la mente, se obligó a beberse lo que quedaba en la taza para poder pagar y salir cuanto antes y así lo hizo, a pesar de que el líquido le quemara los labios y la garganta. No habían pasado ni 10 minutos de los mensajes cuando Jihoon ya estaba afuera de la cafetería, sentado al borde de la calle, mirando hacia ambos lados para poder divisar el auto negro de Jin. Y justo cuando un trueno provocaba un horrible estruendo que casi deja a Jihoon llorando del susto, el vehículo que ya tan bien conocía apareció doblando la esquina y se detuvo frente a él. Se puso de pie rápidamente al mismo tiempo que la puerta del conductor se abría y Seungcheol bajó del auto, parándose frente a él, y simplemente se miraron en silencio. Seungcheol tenía los ojos y la nariz roja, y a Jihoon no le costó trabajo adivinar que había llorado. Si la idea era lo suficientemente triste para que el rubio se sintiera mal, verlo frente a sus ojos era simplemente devastador, tanto como para que Jihoon también quisiera llorar. Pero antes de que pudiera decir algo Seungcheol se quitó el abrigo que traía puesto para colocarlo sobre los hombros de Jihoon, y recién entonces el menor se dio cuenta de que era impermeable porque la lluvia ya no caía sobre sus brazos. Suspiró de alivio al sentir el calor de la prenda, y mientras que Seungcheol subía el cierre de la misma se permitió cerrar los ojos durante unos segundos.