C A P Í T U L O U N O

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—¡Lena Amelie Goyle, baja en este instante!

1º de Septiembre. Se puede decir que me encanta este día, excepto por el comienzo. Créanme, ni aunque fuera 1º de Septiembre y estés a punto de irte de tu casa, tu madre lo puede arruinar con sus gritos.

       De mala gana, salgo de mi cama y me pongo algo simple. Procedo a bajar –antes que mi madre me aturda con sus gritos de loca– y me encuentro con mis cuatro hermanos. Si, cuatro.

       Mi hermana mayor, Lacey, tiene 17 años. Su silueta es perfecta y su rostro tiene facciones cinceladas y elegantes. Sus ojos son azules pálidos y su cabello rubio. Lleva puesto una camisa de pequeñas florecitas, unas botas con taco y unos jeans apretados y azules.

      Mi hermano también mayor, Adler, tiene 16 años (aunque parece de mucho más), uno más que yo. Es alto y musculoso, de cabello rubio ceniza y nariz respingada. Sus ojos son castaños centelleantes y es el Don Juan de su curso. Imagínense lo que eso significa e implica. Lleva puesto su chaqueta de siempre, sus jeans oscuros y sus botas.

       Mi hermano menor, Ansel, tiene 13 años. Es alto y delgado. Sus ojos son castaños oscuro. Su cabello es rubio ceniza –casi igual al de Adler–. Lleva puesto una camisa y pantalones, con zapatillas rojas. Y no puede faltar su sombrero gris.

        Mi hermana más pequeña, Cadence, tiene 11 años y va a ser su primer año en Hogwarts. Para mí es la niña más hermosa (de 11 años) que he visto. Su cabello es castaño claro y tiene reflejos rubios; sus ojos son azules tal como el cielo y su tez es clara, y su rostro es simplemente adorable y bello. Su cabello está recogido en una larga coleta y adornado con una vincha, y tiene puesto un vestido celeste simple y sus zapatitos blancos. Es bellísima.

       Desayuno y sigo con mi rutina. Cepillo mi cabello y dientes, hago mi cama y termino de hacer la maleta a último momento. Bajo al hall, donde ya está el resto de mi familia.

—¿Cuántas veces les debemos decir que no usen ropa muggle? —pregunta mi padre, arrastrando las palabras.

Ruedo los ojos y percibo que mis otros hermanos –menos Ansel y Cadence que prefieren siempre guardar silencio u obedecer–también lo hacen

—Lo sentimos, padre. ¿Podemos irnos ya? —pregunta Lacey, cansina.

Mi padre resopla pero nos vamos a través de los Red Flu hasta un lugar cerca de King's Cross. Desde allí vamos a la estación y nos adentramos en la plataforma 9 y 3/4, donde puedo admirar el tren escarlata.

—¡Qué hermoso! —exclama Cadence, asombrada.

—¿Cuántas veces habré escuchado lo mismo? —siseó Lacey, suspirando.

—Déjala, amargada —le pego un codazo leve a Lacey.

Cadence es mi protegida. Quien sea que la lastime, estará bajo tierra.

—No muestres sentimientos frente a sangre sucias —nos regaña nuestra madre.

—Lo siento —dice Cadence, haciendo una mueca.

—Lo siento —me disculpo.

La regla de ropa muggle es la única que desobedezco, pero las demás son vitales en mi opinión.

—A ver; Lacey, ven —llama nuestra madre.

Lacey va hacia ella y mi padre e intercambian unas palabras cortas que no escucho porque estoy entretenida arreglando hasta la perfección el vestido de Cadence. Luego, Lacey agarra su maleta y sube al tren.

—Adler, Lena, vengan —llama nuestro padre.

Dejo de arreglarle el vestido a Cadence y con Adler nos dirigimos hacía ellos. Mi madre acomoda un poco mi pelo y saca imperfecciones de mi vestimenta.

—Ya saben las reglas: nada de problemas, notas altas y ducharse luego de jugar Quidditch —dice nuestro padre, mirándonos fijamente.

—Sí, y tú —dijo mi madre y me miró fijamente—, átate el pelo antes de jugar.

Los dos asentimos:

—Está bien —dijimos al unísono.

Nos despedimos de nuestros padres y nos adentramos en el Hogwart's Express.

—Otro año más, querida hermanita —suspira Adler, pasando un brazo sobre mis hombros.

—El ante último —añado, haciendo una mueca de tristeza.

—¡No te desanimes! —exclama, moviéndome de un lado a otro—. ¡Lo bueno de terminar las escuela será que pasaremos más tiempo en familia!

Estallamos en carcajadas.

—¿De qué se ríen, serpientes inmundas? —pregunta una voz detrás de mí.

Veo como Adler frunce su ceño mirando a un punto más alto que mi hombro. Me giro y comprendo: Sirius Black y los Molestos malparidos –apodo usado por: todo Slytherin y algunos de Ravenclaw–. Ruedo los ojos y cruzo mis brazos.

—¿Qué quieres, Black?—bufo.

—Cuidado, Sirius, que ella es la que le pegó al niño de primero —le susurra el cuatro ojos y estallan en risas junto a un gordo asqueroso. El único que (casi) no ríe es un chico de aspecto enfermizo.

—No tiene gracia, Potter —escupe mi hermano, y con razón.

¿Qué le ven de divertido a eso? ¡El maldito me provocó, y yo estaba en segundo!

—Cállate, estúpido lo-hago-con-serpientes-venenosas —le espeta Black.

Oh, con mi mellizo no, Black.

Doy dos pasos para adelante y le pego una estruendosa –y dolorosa, a juzgar por su rostro– cachetada. Ahora es Adler el que ríe, mientras Black se restriega el cachete.

—¡Él tiene mejores calificaciones que todos ustedes juntos, imbéciles! —exclamo—. ¡Y tú, Black, andas con cualquiera, además de ser un traidor odioso y molesto!

Doy un último resoplido y giro con elegancia. Agarro a mi hermano de la muñeca y lo alejo de ellos.

—¡Hey, Traidor-Black! —grita mi hermano mientras lo arrastro—. ¡Te venció una serpiente, JÁ!

Al fin encuentro un compartimiento vacío y entro en el con mi hermano. Nos sentamos. Nos miramos un segundo y luego volvemos a estallar en risas.

—¡Eres increíble! —dice Adler, aplaudiendo—. ¿Le viste la cara?

Asentí aún riéndome. Entonces me di cuenta de que tuvimos bastante suerte; ningún profesor o profesora se había dado cuenta.

En ese momento la puerta del compartimiento se volvió a abrir, dejando ver a Darcy y a Ruby.

    Darcy Malfoy es mi mejor amiga. Es rubia de ojos azules zafiros y con buena silueta. Su rostro tiene mandíbulas marcadas y facciones finas.
     Ruby Nott también es mi mejor amiga. Su cabello es castaño y sus ojos son verdes claros. Su rostro es redondo y pequeño, y tiene una bella silueta.

Inmediatamente me levanto.

—¡Lena! —chillan, abrazándome.

—¡Las extrañé! —exclamo correspondiendo su abrazo.

—Bueno, ésto... me voy —anuncia Adler, desordenándose el cabello, incómodo.

Se levanta y se va. ¿Que por qué se puso incómodo? Simple: Darcy es su ex, y cortaron en una incómoda pelea.

Darcy y Ruby acomodaron sus cosas y se sentaron en el compartimiento.

Chocolate Amargo [R. Lupin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora