Sevarín, el rey de los ladrones

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Cerca de las costas de Mundus, en la segunda era, un ávido ladrón empezó a volverse conocido por toda la región. El mañoso Felinadare era un experto en el arte del engaño y un ladrón excepcional, ningún bolsillo estaba seguro y ninguna cerradura podía alejarlo de su botín. Antes de ser conocido como el Rey de los Ladrones, Sevarín era llamando el Gato del Aire, pues la delicadeza con la que despojaba a sus víctimas de sus bienes más valiosos solo se comparaba con la de una suave brisa.
El Gato de Aire despojó a los nobles más acaudalados de Erith de la noche a la mañana y sin ser visto, no quedó ni una sola moneda en sus mansiones o castillos, Sevarín no dejó nada que tuviera valor en las manos de los codiciosos terratenientes del reino.
Al pasar los años el monarca de Varion, el reino de los Dracor, temió tanto por su enorme riqueza que mandó a construir La gran Bóveda. La gran Bóveda era una inmensa cámara construida dentro de Wuld'van, la montaña mas grande en todo Varion, la cual era supuestamente impenetrable. El rey de Varion, orgulloso y muy seguro de su creación, envió mensajeros a los nueve reinos retando a Sevarín a entrar en La Gran Bóveda. Jurando que si el Gato de Aire lograba llevarse hasta la última moneda de su enorme tesorería este abandonaría el trono y le daría la mano de su hija, muchos lo tomaron por loco al hacer tal proclamación, pero el rey tenía un plan que creía ser infalible.
El confiado Dracor llevó una bestia descomunal a la entrada de la recámara y la entrenó para que al sentir el aroma de un Felinadare, esta no dudara en tragarlo de un bocado o en su contrariedad, lo aplastara con sus escamosas patas. Su siguiente movimiento fue colocar a la mitad de su ejército montando guardia en las afueras de la bóveda, como última medida, dejo una diminuta compuerta como única entrada a su tesoro.
Los días pasaron, al igual que las semanas, pero el famoso ladrón nunca apareció. El rey, lleno de soberbia y orgullo, fue a visitar la Gran Bóveda. Este cayó al suelo de rodillas al ver la inmensa habitación vacía, lo único que quedaba en esta era una nota en el suelo y un túnel no mas grande que una sandía que se encontraba en medio de la recamara, el desconcertado monarca leyó la nota lentamente para cerciorarse de que todo fue obra de Sevarín.

Mis cordiales saludos a usted, viejo rey.

La noticia de su desafío llego tan rápido a mis oídos que no podía rechazar tan generosa oferta, lamento informarle que como usted lo supone, yo he sido quien vació su majestuosa tesorería tan solo con ese agujero que ve frente a usted. Con gran dicha junté a mis mejores hombres y cavamos desde sus acueductos por días hasta finalmente llegar a su botín, las pasadas dos semanas hemos estado juntando todo su tesoro en mi escondite, tal como usted lo pidió. Ahora solo queda una cuestión su majestad, la mano de su bella hija.

Sorprendidos por tal hazaña, el rey no tuvo mas opción que cumplir con su palabra, pues no quería que lo vieran como un monarca mentiroso. Otra carta anunció la pronta llegada del Gato de Aire, quien al cabo de dos días se presentó en la sala del trono, vistiendo como un noble para guardar las apariencias. El rey se levanto de su trono y tomo su espada mientras los guardias sostenían al joven haciendo que este se arrodille ante el dragón, sin dudar ni por un momento, el viejo líder de los Dracor levantó la espada en alto. Para sorpresa del ladrón, el noble no lo asesinó, sino que toco sus hombros con la punta de la espada exclamando:

"Desde hoy ya no seras conocido como el Gato de Aire, sino como Sevarín, el Rey de los Ladrones"

Los guardias de la realeza soltaron entonces al joven mientras la corte del rey se inclinaba ante él, el rey con dicha le dio la mano de su hija pues sabía que con la inmensa riqueza que poseía el ahora proclamado Rey de los Ladrones nunca vivirían en pobreza. En gesto de agradecimiento, Sevarín le regreso al Rey de Varion la mitad de su tesoro, llevándose consigo a la doncella a su escondite. Aún en estos tiempos se dice que el tesoro de Sevarín sigue oculto o en manos de su descendencia, esperando al próximo gran ladrón para tomar la inmensa fortuna.

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