Mi buen amigo NamJoon

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Su abuela siempre le había dicho a YoonGi que existen dos diferentes clases de amores: los que vienen y los que se van. Cuando escuchó por primera vez esto no hizo más que reírse un poco, le resultó gracioso y más por la forma en como lo dijo. «No te rías», había dicho ella muy seriamente, mirándolo a los ojos. «Bueno, deberías colocarle otros nombres, ¿no?», le había respondido. Su abuela sólo negó con la cabeza. «Cuando yo muera, evidentemente me iré. Si eres listo sabrás que me he quedado», le dijo retomando su bordado, cosa que YoonGi tomó como un buen momento para irse. Cuando los años pasaron, él al fin lo entendió. Su abuela murió por vejez, habiendo vivido casi 100 años (y bien vividos), recibió a la muerte con la frente en alto. YoonGi observó con orgullo como hasta el último aliento de vida de su abuela, ella estuvo con una sonrisa y un brillo inusual en sus ojos. Su abuela siempre había sido valiente, feroz, líder innata, y él estaba demasiado orgulloso por eso. Despidió a su abuela con un beso en su frente y le dijo adiós al ser más increíble que conoció. Pasaron aproximadamente dos meses para que sus sabias palabras calaran dentro de él, tan profundo como un pozo. Ciertamente, ella se había marchado, pero nunca su fue. Su amor nunca iría... Y YoonGi estaba agradecido por la buena lección que su abuela le obsequió.

Cuando YoonGi conoció a Iseul —cinco años después del fallecimiento de su abuela—, su vida cambió por completo. Ambos estudiaban en la División de Medicina, en la Universidad de su ciudad, compartían algunas clases y habían formado equipos para algunos trabajos. Su sonrisa había captado su atención desde el primer momento, para después proseguir con su personalidad y su lindo físico. Era bonita. Hermosamente bonita. Solía mantener su cabello en una cola alta y lucir el uniforme blanco con gracia divina. YoonGi babeaba, siempre lo hacía cada que la miraba. Afortunadamente, YoonGi no era nada agraciado, así que no era pasado por alto por algunas chicas de su División, incluyendo a Iseul. Cuando se enteró que Iseul sentía algo por él sintió que fue un golpe de buena suerte, ¡fue como la máxima coincidencia de la galaxia! Aunque algo dentro de él sabía que podía pasar... No era ciego, él tenía un espejo en su habitación. Él claramente podía verse cada mañana, aunque ese tipo de cosas no le interesaban demasiado. Después de meses de cortejo, ustedes saben, citas, regalos, coqueteo de aquí por allá, YoonGi al fin tuvo la oportunidad de declararse a Iseul, y ella aceptó. ¡Por supuesto que lo haría!, pero ese no es el punto.

Estuvieron juntos dos años. Fueron una combinación de colores extraña, a veces estaban rojos y otras simplemente parecían pálidos, algunas veces morados producto de la cólera en sus sistemas. Ellos realmente solían discutir, no eran grandes peleas, pero ambos carecían de tacto cuando ocurría. «¡Lo olvidé, ¿de acuerdo?! ¡Ya te pedí disculpas, Iseul!», exclamó YoonGi la vez que se olvidó de recoger a su novia después de su última clase, ya que él salía temprano. «Si me quedé dormido fue porque no lo hecho desde hace dos días», explicó con molestia. «¡Soy tu novia!», había dicho Iseul con sus brazos cruzados sobre su pecho. Y básicamente esa era el fin de las discusiones ya que enseguida de pronunciar esas palabras YoonGi chasqueaba su lengua, daba media vuelta y decía hasta luego. Vaya que eran una pareja complicada, pero a pesar de ello tenían buenos momentos. Una vez, Iseul le preparó un picnic a YoonGi, y él solía llevarle flores sólo porque sí a su salón. Todo el mundo los miraba paseando sobre los pasillos, con sus manos entrelazadas y sus uniformes blancos. Una pareja de ensueño. YoonGi estaba seguro que su amor se quedaría; viviría eternamente.

Hasta que el día de su separación llegó. Era de noche, cada uno sentado en un columpio de un parque cerca de la universidad. Ambos se mecían levemente, el aire soplaba y observaban como las hojas de los árboles hacían ruido; crujían. Tenían el uniforme, acababan de salir de sus clases, debajo de sus ojos habían tremendas ojeras y expresiones cansadas. «Debemos terminar», inició Iseul, bebiendo después de su termo de café. «Si sabes porqué, ¿no?», preguntó al ver que YoonGi veía el cielo nocturno, distraído. «Lo sé», contestó, «también estoy algo cansado». Iseul asintió satisfecha. «Bien, entonces te veré por ahí», dijo después de unos segundos, «es por nuestro bienestar, YoonGi. Tú y yo en verdad no funcionamos», cuando terminó de hablar, se levantó y se fue. El viento sopló fuerte provocando una sensación de frío violento en YoonGi, pero tenía la sospecha de que no sólo era por el clima.

«Mi buen amigo YoonGi» [NamGi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora