Life 3: Hermana rubia.

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Frente a mi se encontraba una hermosa chica, rubia, de baja estatura a comparación con la mia, poseedora de unos bellos ojos esmeralda, piel de porcelana, muy hermosa.

Sólo hay un pequeño inconveniente.

Es una monja. Por los ropajes que lleva es fácil identificarla como una monja, una devota del cielo, del Señor.

Dejando eso de lado, la ayude a levantarse, rápidamente fui por aquél velo que ella usaba en su atuendo, y se lo entregue, ella un poco sonrojada dijo.

- Muchas gracias. - su voz era tierna, aguda e inocente. - No se lo que haría si pierdo esto.

- Tranquila. - dije. - Deberías de tener mas cuidado cuando camines, no vaya a ser que te vuelvas a tropezar.

- Si, lo tomaré en cuenta. -Respondió la monja. - Por cierto, ¿cómo se llama?

- Issei, Hyoudou Issei. Es un placer. - respondi haciendo una leve reverencia, como las que hacen los plebes a los Reyes y a los miembros del Consejo real.

- Igualmente, Issei-san. Mi nombre es Asia Argento. - Se presentó a si misma, inclinandose un poco para después sonreír sonrojada.

Me di cuenta de algo, esta chica llevaba consigo unas maletas, posiblemente se dirija a la Iglesia de esta ciudad, además de que se notaba que no era Japonesa, probablemente sea Europea, por lo que escucho, ella parece hablar italiano.

- Bueno, debo irme. - dije en lo que retomaba mi camino hacia el Instituto.

- ¡Espera! - grito ella, cuando me gire se via bastante avergonzada, que tierna. - Verás, soy nueva aqui, vengo de Italia y me gustaría que me guiaras hacia la Iglesia de esta ciudad.

Quería decir que no, no quería meter en problemas a Buchou, además de que la última vez que le dije que si a una chica me asesinaron en el ocaso.

Pero después la vi detenidamente, se veía  temerosa, y no es raro, una chica linda, extranjera, sola en las calles de Khou, no es que no sea seguro, es sólo que ella por ser parte de la Iglesia es muy inocente y podría malentender las malas intenciones de las personas.

Al final termine accediendo, caminábamos por ese mismo parque, aquel que fue testigo de mi muerte, la veía de reojo, su mirada era tranquila, dulce, amable, sin malas intenciones, una verdadera monja.

Al tiempo escuchamos el llanto de un pequeño niño, de siete años quizás, sus ojos azules se encontraban acuosos debido a que se había caído del resbaladero, gracias a eso se había raspado la rodilla, le sangraba y por eso lloraba, después de todo es un niño solamente.

La rubia se acercó a él un poco alarmada, rápidamente se arrodilló para poder estar a su altura, colocando sus manos sobre la herida del niño esta empezó a balbucear unas palabras, de pronto unos anillos de plata aparecieron en sus dedos anulares y comenzaron a emitir una suave luz verdosa.

- Ddraig, esa es una sacred gear  ¿verdad? - le pregunté mentalmente a mi compañero dragón.

- [Así es, por lo que veo es la misma que Jesús tenía para cuando curaba a los enfermos de aquel tiempo]

- Ya veo, ¿es poderosa? - volví a preguntar.

- [No lo es debido a que no es una sacred gear de ataque, sino que es una de apoyo, ciertamente es muy útil]

- Gracias amigo.

Conforme la luz cubría al niño la herida que este tenía comenzó a desaparecer, de igual forma las lágrimas del pequeño cesaron. Una vez que la luz cesó la herida que el pequeño tenía había desaparecido por completo, el niño muy sorprendido sólo atinó a abrazar a la rubia en agradecimiento.

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