Desde hacía cuatro años los mejores amigos de Milo lloraban dos muertes importantes: la de Abock, quien se colocó la corona de traidor y murió bajo la espada de los samuráis rojos; y la de Mina, aquella chica extraña y algo despistada que hubo llegado inesperadamente a Dandelion. Pero una de estas vidas perdidas podía revertirse.
El pequeño cuarto en el que estaba escondida no era más grande que la cueva, aquel cenote que los había ocultado cuando Milo estaba a punto de morir luego de ser secuestrado por el Colegiado. Sí. muchos recuerdos tienen de aquella batalla y, sobre todo, de su amiga, de su heroína.
Tantas discusiones se abrieron entorno a su deceso, que pocas veces, algunas contadas con los dedos de sus manos, no terminaron en griterío y algún que otro insulto. Milo tuvo un período de descanso mental, pero sus amigos no se dieron ese lujo, no podían permitírselo si Mina no lo tenía tampoco.
Según los escritos sagrados que guían la vida de los naturales desde hace milenios, un alma natural descansa en una verdadera e inmutable paz cuando un ángel (como les dicen) los lleva ante las puertas de oro del mismísimo firmamento albiceleste y los guardianes les permiten la entrada al paraíso. De esta forma, el natural muerto que queda en la tierra solamente es materia, ya que su alma está en otro plano. Pero Mina no estaba en el mundo natural cuando falleció, lo que significa que, posiblemente y luego de varios meses de reflexión y cálculos matemáticos estrafalarios, el alma de Mina sigue aún atrapada en su frasco biológico. Por lo tanto, si el alma está dentro del cuerpo, o sea, de su envase biodegradable, este sigue con vida, solo que atrapado en un trance fulminante, eterno, profundo e imperturbable.
Mirlión había pensado llamar a los celestes, aquellos guardianes del mundo natural que morían diariamente en la eterna batalla campal contra los infernales, para pedir algún consejo sobre esta situación o darles aviso ya que sin duda alguna, hay un alma que no siguió la luz hasta su castillo en el cielo, pero Teo jamás había diferido tanto. Era peligroso, ilegal y no podrían continuar si esa llamada era contestada. Los terminarían eliminando y se llevarían a Mina. Mirlion tuvo que aceptar que su amigo tenía razón.
Los ángeles (o como los celestes como les dicen los místicos) tienen poderes que no suelen prestar y a diferencia de lo que se cree, son seres irritables, feroces máquinas asesinas con un trabajo eterno, cansado, obligado y peligroso, por lo que pedirles un favor no les haría ninguna gracia. Los rumores de que son perversos con otras criaturas que no sean humanos hace de ese plan mucho más evitable.
- Debemos probar con el gandarino.
- ¿Qué hará ese sujeto? Apenas si sabemos nosotros el alcance del daño.
- ¡Mírala! No puede estar más en esta cama de cal y sal. Debemos moverla.
- La sal protege su cuerpo y la cal lo mantiene fresco. No le duele, Mirlión, ¡está muerta! -
- ¡No digas eso!
- ¿Prefieres que te mienta más de lo que tú mismo te mientes a diario? No hay que ser ilusos con esto, ¡mírala!, ya no puede más, su cuerpo debe... debe...
- ¿Debe pudrirse? ¿Eso ibas a decir?
- No... -Teo se rascó la cabeza-. Solo digo que es hora de... tal vez... ir aceptándolo, Mirlión... es hora de aceptarlo de una vez... -Los ojos de Teo se llenaron de lágrimas. El egoísmo de Mirlión era como una cuchilla y lo hería cada vez.
- No, no puedo... no... -Mirlión se le acercó y le susurró de cerca unas tiernas palabras de aliento a la chica que "dormía" en una cama de minerales-. Lo lamento, lamento todo esto, pero vamos a encontrar la forma de traerte de vuelta, de despertarte. -Teo solo pudo dársela vuelta y llorar, llorar muchísimo.
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Yo No Creo En Las Hadas 2
RandomLa guerra fue devastadora, pero llegó a su fin gracias a su decisión de matarla. Su mundo continuó luego del destierro de Mina (un cuerpo en el que antes estaba Mina, un cuerpo destrozado por la magia) y él siempre pensó en ella como la mejor compañ...