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T H E C H A O S I S I N H O M E
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La espesa neblina cubría todo el campo, su primer pensamiento fue el que la habían dejado tirada a la deriva mientras que a lo lejos las llamaradas de fuego se extendían a paso rápido frente a sus ojos, miró con desesperación buscando aquél edifico negro pero no había nada, absolutamente nada, su respiración aumentó frenéticamente, al ver que en menos de diez segundos el fuego estaba a cien metros de distancia, lo único que hizo fue correr, correr hasta que su cuerpo se cansara, cuando a lo lejos diviso un cuerpo, sus esperanzas, por ser salvada, aumentaron pero simplemente aquella persona se quedó mirándola mientras le sonreía y se despedía de ella, provocando que cayera al pasto. Cuando sintió el calor rodearla, supo que era su fin. Una extraña presencia abrumó su ser, sintiendo como sus pulmones pedían oxígeno a gritos, hasta que una mano humana la separó de aquel fuego, llevándola de regreso a la realidad.
- Tranquila, tranquila - la señora Mead se encontraba a su lado - mi niña - mencionó, lo que por una leve fracción de segundo, esa escena le resultaba familiar - Estás bien, estás con nosotros - murmuró acurrucandola entre sus brazos.
- Lo lamento - la señora Mead sonrió ante el ligero tono carmesí de sus mejillas.
- No tienes que disculparte - tomó sus manos entre las suyas - no soy tan mala como parece - Amelia sonrió mientras se reincorporaba en su cama.
El grito de Emily llamó su atención, la señora Mead al ver que estaba dispuesta a salir la detuvo - necesito que te alistes, la cena estará servida, sabes que a la señorita Venable no le gusta esperar - sin más se levantó de su asiento, dejando a la chica en su habitación.
Dio un suspiro largo para luego caminar hasta el baño y tomar una ducha rápida, su aspecto lucía desmejorado, debajo de sus ojos adornaban manchas color púrpura, no perdió más tiempo, entre los vestidos, encontró uno no tan extravagante, para el tiempo que llevaba el color púrpura se había convertido en el color que más detestaba.
Bajó las escaleras a paso lento, mirando hacia los lados en busca de aquella presencia que la acechaba.
- Señorita Russell, tarde, de nuevo - mencionó la señorita Venable mientras le daba una mirada despectiva.
- No sucederá - habló cabizbaja mientras se sentaba en el asiento libre.
- O podrías abofetearla y hacer que pierda su dignidad - mencionó Coco - Aunque, esa actuación. Dios santo -exclamó aplaudiendo - y esa convulsión, un diez. Deberías ser actriz, querida...
Amelia la miró por un largo rato mientras la señorita Venable esperaba el momento en que ambas chicas comenzaran una pelea.
Tres golpes en el suelo, pertenecientes al bastón de la señorita Venable hicieron a la rubia callar.