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Me apresuré a ponerme mis pantalones y fui detrás de ti.

Te ví antes de entrar a la habitación de mi hermano.

Corrí y abrí la puerta, Los ví ambos sentados en la cama, me relaje un poco al verlos separados.

Me miraste y me dijiste que me acercara. Lo hice. Grave error. Me golpeaste con tu puño cerrado, vaya sí que tienes fuerza, sonreíste, sí que eres bipolar.

Me dijiste que ya sabías de mis engaños, que todo el mundo te lo decía, que no querías creer, pero al final lo hiciste cuando lo viste.

Me perdonaste, terminaste conmigo y recuperamos nuestra amistad.

Borramos lo que nunca debió iniciar.

Me sentí aliviado, mi tortura había terminado o al menos eso había creído.

Te odio, te odio por iniciar algo, por encender algo que debió permanecer apagado por siempre.

La mujer que siempre améDonde viven las historias. Descúbrelo ahora