Azul

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«Acompáñame»
Aquel día te dije.
Lo pensaste,
pero una sonrisa, confirmando, me diste.

Ese día te llevé lejos,
buscaba que olvidaras,
aunque sea solo por un momento,
aquello que dentro tuyo llevabas.

Azul, tus ojos mostraban.
Azul, la paz que en ellos se fijaba.
Azul, y así nuestra mente tranquila estaba.
Azul, frente a nosotros, el cielo eterno se levantaba.

Acostados, resposando,
mientras nuestros hombros se tocaban,
un pequeño beso me diste,
que hizo que todo mi cuerpo temblara.

A pesar del miedo de la situación,
estando juntos en aquel lugar,
tuve la esperanza una vez más...
¡Quizás más tiempo tendrás!

Y así me quise quedar,
por toda la eternidad,
acostados en un mar verde
mirando un cielo celeste.

No eran necesarias las palabras,
el hecho de estar juntos
era lo único que necesitaba
para reconfortar mi agrietada alma.

Ese momento te sentí feliz,
tu mente estaba tranquila,
mientras tus demonios,
por ese día, dormían.

«Prométeme que no me olvidarás»
Tu voz como un mar se escuchaba,
suave y tranquila.
Aunque sabía que por dentro, maremotos azotaban.

Mi mano atrajo la tuya,
tratando de reconfortar,
nuestras almas que en guerra,
morían con cada suspirar.

«Si lo hago también olvidaría parte de mí»
Las palabras eran sinceras,
ni más, ni menos.
Tu esencia se había incorporado a mi cuerpo.

Te admiré, te adoré y te amé.
Con cada paso que dabas,
yo como un perro fiel,
a dónde ibas yo te acompañaba.

Y no me arrepiento de nada.
No cambiaría nada.
Aquella tarde azul,
mientras tus colores de a poco se apagaban,
con lágrimas en los ojos me pediste,
que por favor, jamás te olvidara...

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