°• CAPÍTULO 3 •°

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28 de mayo.

  Vanessa se encontraba sirviéndo té a una mujer mayor, que se quejaba de un niño que le pidió limosna mientras manejaba, y la otra señora asentía totalmente de acuerdo. La castaña realmente no prestaba mucha atención, sus ojos se cerraban del cansancio; anoche Sebastian había dormido 5 minutos antes de empezar a tener pesadillas, por lo que ella también lo había hecho. Pero en cierta forma, estaba feliz. Por unas semanas trató de convencer al rumano que vaya a un psicólogo, argumentando que podría ayudarlo a manejar sus "problemas". Y aunque, el pasó semanas negando, terminó por aceptar luego de que su madre lo llamará. Cada tanto hablaban, y según Sebastian, sus conversaciones siempre eran muy superficiales e incómodas, pero por primera vez, habló de eso con su madre y dijo que se había sentido bien. Y Vanessa estaba segura que si tuviera fuerza y energía, estaría saltando de alegría.

  Su día transcurrió normal, en su tiempo libre le mandó mensajes a Sebastian preguntándole sobre su sesión con la psicóloga, pero no contestó. A cambio de eso, el apareció a las 15: 48 en la cafetería, se veía mucho mejor que en la noche, no tenía ojeras y mientras ella atendía a algunos clientes, el le contaba lo bien que le había ido en la sesión. Habló de muchas cosas que ni el recordaba. Parecía feliz, y eso era lo mejor que del día. Mark contagiado por el ambiente, en el siguiente recreo les invitó un café y una medialuna.

  Pero cada vez que tenía un buen día, ella volvía a recordar la voz de su madre diciéndole que si el Sol no la castigaba, la Luna lo haría. Como a cualquier persona que la hayan criado con esa mentalidad, eso rebotaba en su cabeza cuando reía, o simplemente, estaba bien. Impidiéndole un estilo de vida. Feliz.

  Y quizás, por eso, cuando estaba pasando un buen momento, con Sebastian. Deseaba que ella fuera el problema, así el no sufriría. Pero... ¿Quién creen que sufre? ¿El que está roto por dentro, o el que, ya no tiene piezas que se rompan? Creo que ya saben a quien se refiere cada opción, sin embargo, sino quedó claro. Sebastian siempre sufre.

  Cuando volvieron a casa, luego de terminar su primer turno, reían en las calles y hablaron sobre la sesión con la terapeuta. Le contó sobre las anécdotas de su infancia, cuando aún no había pasado eso. Y lo ricas que eran las tortitas de su madre, y como su padre siempre las halagaba. A veces, Sebastian, deseaba volver a vivir de esa forma. Con sus amigos, en su barrio, con el cariño que todos le daban.

  Ahora, tenía algo mejor. El amor de Vanessa. Eso era suficiente, y si no lo era, él lo sentía así. Completo. Pero temía que ella, no lo sintiera; que esté incompleta, que el no fuera su mitad, su amor.

...

  Esa noche cuando Vanessa se despertó, totalmente desconcertada de escuchar el sonido de su despertador. Sebastian estaba en la cama, profundamente dormido. Con vacilación apagó ese irritante sonido, y volvió a dirigir su mirada hacia el castaño. No se había levantado. Y eso le hizo creer que sus citas con el psicólogo estaban yendo de maravilla.

  Se levantó totalmente despabilada, y salió de la habitación a hacer su rutina. Guiándose por el ruido de la puerta cerrada, Sebastian abrió los ojos con cautela y suspiró, estaba funcionando.

  Se quedó mirando el techo, sus recuerdos vagaban y se preguntaba si era lo correcto. Pero ahora, lo único que quería, era hacer feliz a Vanessa.

...

  Esa tarde no tenía terapia, y Sebastian trató de dormir, pero sólo giraba de un lado para otro, revisando su celular para saber la hora. Aún le faltaban unos minutos para que el descanso de Vanessa comenzará. Y hubiera ido a la cafetería a verla, pero hoy no tenía fuerzas para hacer eso.
Porque no podía ir allí y estar llorando, distrayendo a su novia. Como siempre lo hacía.

  Se sentó en cama, apoyando su espalda en el respaldo de madera. Se tocó la cara, tratando de quitar el estrés y la frustración. Estaba perdido. No sabía que si lo que estaba haciendo estaba bien, no quería cometer errores.
Desde esa noche, en la que el le había hecho eso a su padre... Ni podía pensarlo, ya no existía el sueño, todos le hacían preguntas y se había sentido tan sólo, tan incomprendido. Su madre lo rechazaba por completo, y a veces deseaba que le hayan sentenciado ir a la cárcel o a la silla eléctrica, para el parecían opciones similares. Sin embargo, luego se contradecía al recordar los brillosos ojos de Vanessa el día que la conoció.

  Todo dolía tanto; vivir o morir, de todas formas, hace infeliz a la gente.

...

  La castaña se encontraba cocinando, estaba sumamente alegre y con muchas energías y eso, que aún le faltaba su turno de la noche. Cenaría temprano, descansaría y abrazaría a Sebastian. Necesitaba tanto sus abrazos. Lo extraña, hace mucho que su relación había dejado de ser íntima y con mimos, cuando conoció al rumano, el amaba los mimos. Se pasan el día tocándose el pelo, o abrazadandola y en ese tiempo, Vanessa no conocía la tranquilidad que le otorgaba. Tampoco lo que había hecho, y lo mal que se sentía. Incluso, los primeros meses, Sebastian jamás mencionó su infancia, ni su familia, ni amigos; porque no la tenía.
Todos lo habían abandonado, y es que, había pasado tanto tiempo y el no había sido capaz de reconstruirse en la sociedad.

  Por eso, cuando el y la castaña, se hicieron amigos, tenía terror a que ella supiera algo de su vida. Temía perder la única persona lo suficiente "valiente", como para hablarle y quedarse, aún, cuando el jamás contestara.

  Vanessa suspiró, pensando en que se había enamorado de un corazón tan marchito, tan apagado, que no sabía cómo amarlo.

Bяσкεи Mσиѕтεя • Sebastian Stan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora