Única parte.

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Dolía

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Dolía. 

Claro que dolía.
Dolía el recuerdo, dolía su ausencia, dolía su adiós. Sabía que un amor así, jamás se podría olvidar ni aunque pasasen mil años, aún más sí se trataba del primer amor, su primer amor. Pero vaya que eso no lo sabía hasta después que la cruel realidad le mostrase que no había vuelta atrás y de que su oportunidad para verlo, se había esfumado al igual que cualquier esperanza.
¿Qué habría pasado si se hubieran hablado?, ¿Qué habría pasado si hubiera dejado de lado sus nervios?, tal vez y sólo tal vez se habría dado cuenta que aquel chico de la mesa apartada estaba destinado a pertenecerle, destinados a estar juntos, pero como dicen muchos, el "hubiera" no existe, y hasta ese día lo entendió.

Creía que era una total farsa ese lema dicho por muchos enamorados, el "estar atado a una persona", ¿Cómo podría ser eso posible?, en su muñeca no veía ese nombre el cual le indicaba cuál sería su pareja para toda la vida, o ese hilo rojo al cual estaba atado a una persona aún si era a distancia, pensaba que una persona no era propiedad de nadie, ni mucho menos tenía que ser obligada a estar con alguien más sólo porque así lo decían, vaya que estaba equivocada.

Todo se remonta a los calurosos días de Junio, donde muchas personas salían de vacaciones con sus familias, hacían trabajos extras para matar el tiempo, se divertían, más sin embargó, no pensaba lo mismo aquella chica de tez morena, cabello caoba y de ojos azules como el mar. Alex Rossetti había tenido la necesidad de trabajar en una pequeña cafetería llamada "Buongiorno Di Giardinetti" ubicada en las extensas y soleadas calles de Giardinetti.

Hacía tiempo que vivía sola, su depresión y fobia social la habían orillado a apartarse totalmente de todo y todos, no quería ser una "carga" para sus papás, ellos no merecían a una hija como ella. Con algunos de sus ahorros, había conseguido rentar un pequeño departamento, el lugar era reducido, lo cual para ella era suficiente. Debido a la renta, tenía que respaldarse con un trabajo, lo cual encontró fácilmente en aquel lugar, no le quedaba de otra opción más que ganar dinero de esa forma para sustentarse.

Debía esforzarse lo suficiente para poderles dar una "buena sonrisa" a las personas para no ahuyentarlos del lugar, sino perdería su empleo, sólo tenía que soportarlo por una jornada de 8 horas y listo, ya no tendría que fingir lo que no sentía realmente.

Pero lo que no sabía era que por primera vez, en aquella tarde calurosa y aburrida, cruzaría su verdadero motivo por el cual sonreír.
Abrumada miró expectante al chico pálido de mata oscura que cruzaba la puerta con una mirada fría y distante del sitio que ahora compartían.
Un suspiro se escapó de sus rosados belfos en cuando admiró su forma de caminar y dirigirse en la mesa más apartada de la cafetería, sin duda era fascinante. Miró más de un par de minutos hasta que sintió un leve empujoncito en su hombro, haciéndola reaccionar al instante, rompiendo totalmente el contacto con aquel chico que había logrado llamar su atención.

-¿Te encuentras bien?- Había preguntado su compañera de trabajo. Por supuesto que no lo estaba, pero no se lo diría, jamás le contaba nada a nadie de lo que sentía y pensaba, al final todos le daban la espalda.

Café dulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora