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Él pelinegro miraba la comida fijamente sin siquiera haber probado un bocado, soltó un suspiró de aquellos que las personas llegan a notar lo cargado que esta de palabras que nunca serán capaces de salir de su mente. Al lado él chico rubio se devoraba hasta la más mínima señal de comida que había en su plato y al percatarse de que su compañero no comía, ni siquiera una palabra salía de su boca, hasta dudaría si seguía respirando únicamente porque podía ver su pecho subir y bajar al ritmo de su respiración. Frunció sus cejas teniendo las mejillas casi llenas de tanta comida que había en su boca, trago apresurado y al fin rompió el silencio entre ambos.

⎯ Jungkook-ah, no me digas que se te quito el hambre justo cuando ya pagué todo. Mira, hasta te compré tu batido de plátano.⎯ Bufó sosteniendo la malteada que tanto le gustaba al menor frente a sus ojos para que este lo tomara en cuenta. ⎯ Oye, ¡tierra llamando a Jungkook! ⎯ Pasó una de sus manos por el rostro de él y él pelinegro parpadeo varias veces volviendo a sus sentidos, miró a su hermano con una forzada sonrisa, realmente no quería hablar en estos momentos. Se sentía patético, simplemente quería desaparecer justo ahora y jamás volver.

No quería decirle a su único confidente que la única razón por la cual no se acerco a darle una maldita moneda a la persona que encanto su corazón, y despertó sentimientos en él que jamás había sentido en toda su corta vida había sido por miedo. Porque sonaría y quedaría como la persona más imbécil del mundo, pero no podía, simplemente no podía acercarse a los demás como cualquier otra persona lo haría, no podía mirar a los ojos a los demás como cualquiera lo haría, no podría hacer jamás lo que se supone que todos debemos hacer, hablar, compartir, ser amigable, ser una persona sociable. Si tan sólo alguien supiera de sus inseguridades y lo entendiera, si su familia, si su hermano supiera que le aterra el hecho de hablar con alguien más porque su voz se corta, sus mejillas se encienden, sus manos sudan como si un balde de agua las hubiera empapado, su cuerpo tiembla, y su corazón se agita. ¿Y si esto jamás termina? Se preguntaba una y otra vez ¿Si cada vez se vuelve incluso peor? No, le aterraba la idea de tan sólo pensarlo, él quería ser como un adolescente debía ser, él quería ser lo que la sociedad cataloga como "normal" pero ¿cómo lograba aquello si la misma sociedad lo oprimía con sus inseguridades? Suspiró pesadamente, viendo todo a su alrededor ir en cámara lenta, su hermano hablaba cómodamente con la persona que atendía el local, sonreían, al igual que todas las personas que se encontraban ahí, dialogaban alegremente unos con otros y por un segundo quiso dejar todo su miedo atrás.

Él rubio giró su vista hasta su hermano para darle una reconfortante sonrisa a la cuál él respondió de la misma forma, pudo notar como los labios de su hermano mayor se movían para dejar salir un "gracias" a la persona con la que conversaba y supo que ya debían irse. Pero ¿Y si aquello era una oportunidad para al fin superar su miedo? Tal vez todo fue obra del destino para que en ese momento él viajara hasta ahí y conociera a aquella persona de cabellos carmesí. Sólo tal vez, hoy era su oportunidad para dejar de salir de aquel hueco que lo consumía.

Sonrió con sus manos en los bolsillos, toco aquella moneda que hoy se veía como su salvación y la dejó en su mano izquierda apresurando su paso sin recordar que su hermano venía atrás de él con su mirada confundida. Colgó su mochila en su brazo derecho y caminó a paso rápido hasta llegar a su destino. 

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