El desierto de estas calles polvorientas, el sol asando los transeuntes y yo bebiendo Coca-Cola como una condenada. Algo debía cambiar. Todos los días terminaba mi turno en la tienda a las once de la noche, cuando por fin salía camino a casa, la luna apenas mostraba las caras de quienes asechan las calles. Al llegar a casa encontraba como siempre a mi viejo echado y roncando en el sofá. La mano colgando hacia el suelo y sobre la alfombra desteñida, alguna botella casi vacía gorgoteando un resto de su contenido y meciéndose. Como todas las noches, apagaba la tele y llevaba la botella a la cocina junto a las demás. Esa vez había sido un whisky de la peor calaña el culpable de noquearlo. Caí rendida a la cama, no quise ni pestañear, pues de pies a cabeza era un gran calambre. La alarma de mi celular me avisó que había llegado un mensaje. Con esfuerzo lo alcanzé y leí. Patrick. Sonreí y no me importó encojerme de dolor. Unas pocas líneas suyas me llenaban de energía.
Sentados sobre el capó de su Mustang del 78' nos quedabamos pegados mirando las estrellas mientras bebíamos cerveza en lata. La radio de su auto chirriaba una estación con clásicos de los 80'. Era un pasatiempo barato. A contra luz a eso de la media noche lo miré de perfíl y me pareció el hombre más hermoso del planeta. Patrick se limpió la boca con el dorso de su mano luego de beber un sorbo de cerveza y me robó un beso. «Vámosnos lejos» dije. La boca de mi estómago se retorció de emoción tan sólo pronunciar esas dos palabras. Elevó las cejas y se largó a reir. «¿Dónde? ¿Con qué dinero, preciosa?» «Yo tengo algo ahorrado y tú también. Nos vamos en tu auto y no sé...» Bebí un sorbo de cerveza y miré al cielo. Pronto cumpliría veintitres, estaba estancada en un trabajo de mierda con un viejo alcohólico, ¡debía haber más vida allá afuera! «Crucemos a Missouri, dormimos en tu auto, no debería ser tan difícil.» Él sólo me miró como si hubiera perdido mi sanidad mental. «¿Qué pasará con el viejo John? ¿Crees que no partirá detrás mío cuando se de cuenta que su hija ha desaparecido?» Su voz se volvió oscura, empujó las comisuras de sus labios hacia abajo como poseído de un pesimismo endémico de este pueblo hundido. Pegué un golpe al capó y me mordí el labio inferior. ¿Por qué cresta me tocaba a mí sacrificar mi juventud por el viejo? Que se haya abandonado de tal forma y botado a la bebida era su ruina, pero no tenía porqué ser la mía. Ya tenía razón mamá cuando luego de años de golpes y llantos, agarró sus cosas y se mandó a cambiar. Si tan sólo hubiera sabido dónde encontrarla... Pero mamá cortó todos los lazos con nosotros, como si ese episodio nunca hubiera existido en su vida. Salté del capó y la ira me consumió por dentro. Era una prisionera, el viejo era una maldita roca atada a mi pie. Golpeé el capó hasta dejarme las palmas rojas. «¡Hey! ¡Belinda no tiene la culpa!» gritó Patrick y de inmediato volcó su atención a su auto. Marché a pie de vuelta a casa. A lo lejos Patrick gritó mi nombre pero no volteé. Quizás era un cobarde cortado por la misma tijera que el viejo John.
Al día siguiente estaba en la caja registradora de la tienda contando los dolares y centavos por segunda vez para dar de cambio. Si no hubiera dejado la escuela tan joven podría haber calculado las cantidades sin esfuerzo pero, ¿quién iba a cuidar de papá? «¡Cinco con treinta!» gritó el guatón asqueroso al otro lado, «¡Cinco con treinta tienes que darme de cambio, ¿tan difícil es?» Yo me mordí la lengua para no responderle y le extendí su bendito vuelto. Por fin llegó la hora de la merienda al medio día y ya tenía ganas de pegarme un tiro en la cabeza. De pronto escuché la bocina estridente de Belinda a lo lejos. El corazón me golpeó con fuerza dentro de mi pecho, salí corriendo a la calle. Patrick me llamó con gestos apurados. Sonreí. Se había decidido. Me quité la gorra horrible y el delantal y los tiré al suelo, corrí y me subí al asiento del copiloto. El motor monstruoso de Belinda arrancó con un ronquido infernal, los neumáticos traseros levantaron una polvadera digna de efectos especiales. Enfilamos la ruta hacia la carretera. No lo podía creer. "Whole Lotta Love" de Led Zeppelin sonaba entre chirridos por la radio. Volteé hacia Patrick. El viento que corría entre ambas ventanas bajadas insistía en juguetear con su pelo castaño rizado. Sonreía mientras masticaba chicle. Apretó el acelerador a fondo y Belinda voló como un cohete hacia el cielo. Salté sobre mi asiento y me sentí flotar. Deposité un beso salivado y sonoro sobre su mejilla y lo dejé lleno de labial rojo. Él se carcajeó. El futuro era nuestro.
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#Relata Una Canción
General FictionEste es un reto de escritura que comencé en Twitter junto con otros escritores para basar un relato o poema en la letra de una canción o en alguna pieza instrumental. ¡El reto está abierto a quien quiera participar! La idea es crear un cancionero l...