PREFACIO

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-¿Es realmente necesaria mi presencia en dichoso evento padre?

No me gusta viajar, no me gusta salir del castillo a menos que sea estrictamente necesario. Uriel, mi padre, lo sabía muy bien, por eso evitaba a toda costa que lo haga, siempre iba él, creo que de alguna forma era su manera de acompañarme en mi duelo eterno aunque no esté de acuerdo con mi auto aislamiento, lo respeta.

-Rohan, sabes que si pudiera yo ir a representar Mónaco lo haría, pero tengo otros asuntos urgentes que atender y son más importantes que la reunión en España – me responde de manera seria, empezaba a creer que ya no tenía alternativa de rechazar lo inevitable, lo veo agachar la cabeza con sus manos sobre su escritorio de roble blanco y lo escucho suspirar – hijo, ya sé que no te gusta asistir a nada que comprometa salir del estado, pero no puedes seguir así toda la vida, tienes que aprender a afrontar tus temores, superar los fantasmas que te dañan – lo miro frunciendo mi ceño, odiaba que cualquiera quiera darme consejos de cómo debería sentirme respecto a Antonella

-Iré padre, nos vemos en la cena – hable rápido antes que él quisiera seguir con una conversación que no deseaba tener y que sabía que iba a terminar por hacernos enojar a los dos, me levante del sillón que se encontraba frente a su escritorio y me encamine a la puerta para dirigirme a mi habitación

-Rohan tienes que empezar a superarlo – escucho que me dice antes de cerrar la puerta y salir de la oficina real.

Camine con mi mirada perdida por los pasillos de aquel castillo que me conocía muy bien, aquellas cuadros que colgaban en las paredes del palacio que muchas veces habían sido testigos de las noches que me escapaba de la guardia para ir al encuentro de mi amada. Me pare en seco en una de las esquinas fijándome que nadie estuviera cerca y me deje llevar por los sentimientos que se acumularon fácilmente en mi pecho por unas simples palabras que había dicho mi padre. "Rohan, tienes que superarlo" ¿Cómo podría hacerlo? Ya han pasado 4 años desde que ella se fue pero yo no podía dejar de quebrarme apenas alguien me lo recordaba. Era por eso que evitaba a toda costa que alguien hablara de eso, es un tema prohibido para todo aquel que sabía de mi relación con Antonella. Era un dolor desgarrador que a pesar del tiempo no disminuía e intuía que al contrario de eso se iba haciendo mas grande cada día. Sentía que el pecho se me achicaba y me faltaba el aliento cada vez que por mi mente pasaba el recuerdo de mi esposa cerrando sus ojos, su cuerpo delgado y su tez pálida. Antonella era mi vida y cuando ella se fue, yo me fui con ella, así que no. No había manera de que yo pueda superar algo que ya me había superado a mi hace mucho tiempo. Algo que ya me había matado por dentro completamente y que ya no tenia arreglo. Por eso allí entre el silencio que me rodeaba y a sabiendas que nadie podría verme en este momento me permití en silencio soltar las lágrimas que tanto deseaban ser liberadas.

El latir de un principeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora