En el juego del Imperio, la pieza más peligrosa siempre es La Reina.
Gal no sabía si matar a ese pervertido o si simplemente dejaba que el mundo lo hiciera solo. Pero había aceptado ese trabajo por el pago, era generoso y aún no sabía con certeza si había hecho bien en comprometerse. En fin, ya tenía delante a su objetivo y más fácil y estúpido no podía ser.
«¿Cómo demonios se duerme en medio del bosque... ¡y desnudo!?», gritó su subconsciente tan sonrojada como ella misma.
Maldición, de todos los que había matado hasta ese día encontrar a este tipo en esas condiciones no fue una de ellas. Coincidía con la descripción dada por su cliente, salvo por el hecho de que le gustaba andar desnudo por los bosques. Con una hoja tapando su delantera.
―Me pregunto quiénes eran esos desarrapados ―murmuró ella por lo bajo.
Se topó con tres tipos mientras seguía el rastro del rey y por la forma tan rápida que iban seguro fueron ellos quienes robaron al imbécil desnudo que debía matar y no contemplar tan intensamente, pero vamos. Un dios pagano en carne y hueso y ¿lo tenía que matar sin jugar con él? El mundo era un lugar muy cruel, pero igualmente hermoso.
El olor a licor que desprendía era tan intenso que incluso le dio dolor de cabeza, no pudo evitar arrugar la nariz por el pestilente olor. Santos dioses, ¿no sería un borracho que había confundido con su objetivo?
Sinbad despertó de inmediato al escuchar aquella melodiosa y divina voz, con un acento extraño pero llamativo y adorable.
―Gracias a los dioses ―Sinbad se puso alerta al ver a la mujer que claramente no estaba allí para contemplar su hermoso ser desnudo―. Me preguntaba si tendría que matarte cobardemente mientras dormías o si despertarías.
A pesar de su siempre actitud despreocupada, estaba claro que esa mujer era peligrosa y se puso serio. Al menos todo lo serio que se podía estar en esa situación embarazosa. Iban a matarlo. Y todos los poros de su cuerpo se lo decían. Más todavía cuando ella tomó una de las armas que llevaba detrás de la espalda.
―Espera un momento... ¿estás segura que quieres hacer eso? No pareces una mujer fría y cruel que mate gente desarmada por oro.
Sinbad levantó las manos a modo de rendición, intentaría hablar con ella. Tal vez, sólo tal vez, podría convencerla de que se olvidara de realizar ese desagradable trabajo. Incluso podría ganar una aliada muy valiosa en el futuro.
Le habían robado todo incluso sus djinn y no tenía cómo defenderse, a menos que se quitara la hoja y la dejara ciega con las vistas. Cierto que podría reducirla fácilmente pero no era algo que le gustase hacer con las mujeres. Aunque viendo bien a esa mujer, era demasiada la tentación de ceder a ese impulso.
―¿Por el oro? Haré que tú mismo te mates si es necesario, rey mendigo.
Sinbad cómo pudo retrocedió y esquivó la espada, pero eso no impidió que su mejilla resultara cortada.
―Ya veo que no tienes intenciones de escucharme, pero ¿porqué ibas a querer matarme?
«¿Acaso "ellos" están detrás de esto?», se preguntó Sinbad muy consciente de lo mal que estaba su situación. Sabía que tenía muchos enemigos peligrosos pero jamás se le pasó por la cabeza el que mandaran a esa mujer a matarlo.