Capítulo V

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Estoy borracho y llorando una muerte de la cual yo soy el culpable.

Sí, todo comenzó cuando secuestraron a Charles y yo me volví loco dando palizas a cada sospechoso solo por encontrarlo.
Cassandra me suplicó que no lo hiciera, pero no le hice caso hasta que casi me atrapa la policía.
Y luego al llegar a casa la encontré llorando en el baño.
Jamás la había visto así, como aquel día.

Ese día me dijo que no soportaría perderme también a mí, me hizo jurar que ya no golpearía a nadie más.
Se lo juré y rompí las promesa, ahora las cosas estaban muy mal.

Me viene a la mente uno de esos días después de haber hecho aquella promesa.
Unos tipos se contactaron conmigo y yo acepte en paz, me citaron en un lugar para verme e hicimos el trato, yo publicaba el vídeo porno y ellos me entregaban al niño sin un rasguño.
En mis cinco sentidos no hubiera aceptado pero se lo prometí a ella. Pensé que las cosas saldrían bien si le hacía caso por primera vez en mi vida.

Pues, como ustedes ya saben esos bastardos no cumplieron con su parte y aquí estoy, borracho y conduciendo por una carretera oscura, mientras continuó llamando a Cassandra y dejándole cientos de mensajes aunque no me logro comunicar con ella.

Después de unas horas me estacionó a una cuadra de la casa y el móvil empieza a sonar.
¿Qué demonios?, es Cassandra.
Contesto con total rapidez y la escucho hablando muy bajito, como si no quisiera que nadie más la escuchara.
—Por favor no vengas, por favor. Vete lejos.
—¿Qué?, ¿que pasa?
—No vengas a casa, solo hazme caso.

Cuelga.

Llamo de nuevo pero suena apagado.
El alcohol no me deja pensar con claridad y para mi maldición salgo del coche y camino hacia la casa, todas las luces están apagadas.
Estoy mareado y con náuseas.
Abro la puerta con torpeza, las manos me tiemblan y las luces se encienden.

Policías.

El lugar está lleno de policías por todos lados.

—Cualquier palabra que diga puede ser usada en su contra, tiene derecho a un abogado —me dice uno de esos hombres con traje colocando las esposas en mis muñecas.
La vi, estaba sentada en el sofá con un brillo en los ojos que no había visto meses atrás, que no había visto después que desapareció su hijo.
Entonces me percato de que un niño la abraza de la cintura llorando.

¿¡Es el!?
¿¡Es Charles!

—¡Muévete! —me grita un policía.
No entiendo nada, siento que ya no tengo pulso.
La sangre se me enfría.
El conocimiento se me va.
El alcohol no me dejaba asimilar todo lo que estaba pasando.

No cuanto desearía estar soñando.

Cassandra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora