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Me levanto con una resaca de mil demonios, el sol dándome en plena cara y las sábanas enredadas en mis piernas.

Odio quedarme mirando las estrellas a media noche y después cerrar las cortinas, termina pasando esto. Yo despertando con los primeros rayos de la mañana.

Me giro molesto y escondo mi rostro entre las almohadas y entonces lo noto.

Una chica.

Me levanto de golpe intentando recordar la noche pasada y apenas unos pequeños flashes del día anterior me llegan. Con el dolor de cabeza es más difícil concentrarse y esos estúpidos rayos de sol ayudan aún menos. Me pongo de pie de manera apresurada y para mí mala suerte caigo de bruces contra el piso soltando un pequeño gruñido de dolor y haciendo qué la chica en mi cama se levante de golpe.

Me mira con asombro y un atisbo de sorpresa, intentando sin disimulo reconocerme. Es fácil notar cuando por fin se acuerda de mí. Demasiado fácil, porque una sonrisa traviesa comienza a formarse en su rostro y comienza a gatear en lo que supongo quiere verse seductora. Claramente no lo logra. Y es que tiene el cabello revuelto, el rimel corrido y su labial embarrado en la cara como una mala copia del Wason.

Todo eso no hace más que espantarme y me pongo de pie lo más rápido que puedo y lo mejor que me lo permiten las sábanas aún enredadas. En cuanto lo logro hablo.

-Hola, buenas, ¿Cómo amaneciste? Espero que bien- intento verme casual y que el deseo de huir no se vea tan obvio- yo voy al baño, con permiso.

Y dicho esto y sin dejar que diga más me retiro, dejándola sola en mi propia habitación.

Una vez en el baño puedo recordar más claramente lo sensual que se veía ayer mientras bailabamos demasiado juntos y como su cabello cobrizo se movía de un lado a otro, nada que ver con la mujer que me he encontrado hoy. Vaya decepción.

Entro a la ducha porque ya no puedo con mi incomodidad y para ser sincero también porque espero que cuando salga se haya marchado.

Pero para mí mala suerte nada de eso ocurre, ella sigue allí, y una parte de mi se alegra porque está haciendo un desayuno que huele exquisito y otra parte, una que es más fuerte me llena de una furia increíble, está en MI casa, agarrando MIS cosas. Como si todo lo que está aquí fuera suyo. Pero tengo demasiada hambre y me prometo correrla en cuanto termine de desayunar.

Pasado el desayuno y de la manera más sutil posible, le pido que se marche. Supongo que se lo toma a bien porque se marcha con una sonrisa satisfecha y promete seguir visitandome y repitiendo la noche anterior. Lástima que no pienso lo mismo.

Ahora que se ha ido, me he puesto a ordenar un poco, si soy hombre pero no soy un cerdo. Además me ayuda a pasar el tiempo mientras llegan mis amigos a ver el partido de fútbol que será más al rato.

Cuando al fin acabo me pongo a hacer un poco de ejercicio, realmente soy muy dedicado a mi y a mí persona. No soy un hombre todo músculos pero me gusta sentirme saludable. En fin, son tonterías.

El tiempo pasa y cuando menos me doy cuenta el timbre está sonando de manera insistente. Son ellos y su risa amortiguada por las paredes me lo confirma.

Les abro la puerta y entran de manera atropellada sin esperar mi autorización, cargan cervezas, botanas y lo que parece ser alitas. Lo acomodan en la sala y encienden el televisor, no puedo dejar de verlos de manera asombrada, que puedo decir, son mis amigos.

Los sigo y nos acomodamos en el típico sillón de cuero. El partido empieza.


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