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La princesa Ko, monarca reinante de Chelo (en ausencia), hacía rodar una menta por la mesa.

  Se encontraba en la sala de conferencias del nivel superior del palacio Blanco recibiendo el informe del comisionado de finanzas.

  La menta giró silenciasamente, golpeó la mano derecha de la princesa y ella la envió nuevamente hacia la izquierda.

- He informado de todo esto a la Reina - decía el comisionado -. A lo que me refiero es a que le mandé las propuestas a Climas Sureños, hace quince días. ¿Como se las está arreglando su madre por allá?

  La princesa detuvo el curso de la menta con un giro de la mano.

- ¡Como un torbellino de luz! - exclamó -. Por lo menos así sonaba anoche cuando hablé con ella. ¡Además, el chocolate del sur la vuelve loca! Aunque a esta altura ya se le debe haber acabado y estará derrumbándose vertiginosamente. ¡No luzca tan desconcertado! ¡Era solo una broma! Estoy segura de que todavía le queda mucho chocolate.

Después de una pausa, continuó:

-¡A-ahh! Usted se refiere a su trabajo. Bueno, a mi entender, es totalmente importante, su trabajo, y es realmente inconcebible lo contenta que estoy... de que lo haga.

El comisionado parpadeó.

- Maravilloso- acotó y se rascó la nuca-.¿Y, por casualidad, mencionó si... había recibido mis propuestas?

-¡Ah, si las habrá recibido! Daba volteretas de felicidad ante ellas. Como Comisionado financiero, usted, señor, estremece a este Reino de tal manera...¡que lo deja dormido! ¡Esas fueron sus propias palabras! Pero yo también creo que no existen dudas acerca de eso.

- En tal caso, quizá podría importunarla, en ausencia de su madre...

  La princesa Ko mantuvo la mano izquierda apoyada sobre la menta mientras, con la derecha, alcanzaba el sello real. Tallado en madera de sándalo, alto como una botella de vino, se encontraba junto a una pila de cartas.

  Ca-clam.

  Sopló la tinta.

  El Comisionado asintió en agradecimiento y corrió su silla hacia atrás mientras echaba una mirada a la ventana más próxima.

- Esa vista- sacudió la cabeza-. Apuesto a que nunca se cansa de ella.

  Educadamente, la princesa volteó para mirar.

  Los extensos campos de nieve estaban cubiertos de un resplandor azulado, blanco y plateado. Las únicas interrupciones era unos reflejos de azul cielo (lagos) o motas galopantes (osos, lodos o posiblemente lobizones: hoy en día, era difícil notar la diferencia) y, en la vasta distancia, los riscos nevados de la cordillera.

-¿Acaso se cansa un espantapájaros de dar volteretas? - comentó la princesa Ko.

  El Comisionado hizo una reverencia para esconder su perplejidad y se retiró raudamente de la sala de conferencias.

  Mientras se cerraba la puerta detrás de él, la princesa se colocó la menta en la boca e hizo girar la silla 180 grados.

  Hombros con hombro, un hombre y una mujer se encontraban de pie contra la pared que hallaba detrás de ella: era sus guardias de seguridad.

- Uno menos y faltan diecisiete- contó la princesa.

La mujer asintió vigorosamente.

- Mmmm.

  El hombre miró fijamente a la princesa Ko como tratando de descifrar sus pensamientos.
- Ustedes dos siempre parecen estar frente a un pelotón de fusilamiento - observó la princesa-. Y aun así, mis esfuerzos para convencerlos de que se sienten son como un escupitajo de estiércol de caballo.

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⏰ Última actualización: Sep 30, 2019 ⏰

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Las grietas del reinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora