36. Epílogo.

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Estaba sentado en su "cama" viendo hacia algún punto de aquel lugar.

Ya se le había hecho costumbre estar sólo sin tener nada que hacer, así que se ponía a fantasear y viajaba a un universo paralelo donde él había nacido en una familia funcional, su hermano era un gran profesional y él estaba con la persona que amaba.

Pero era sólo eso, fantasías.

Suspiró con cansancio y se dejó caer en el horrible e incómoda litera, cansado por la exigente actividad física a la que vivía sometido en ese lugar.

Y aunque en muy pocas ocasiones había tenido problemas con los otros reos, siempre había alguno que quería pasarse de listo y tenía que soportar los golpes, para demostrar una buena conducta y salir de allí cuanto antes.

Tenía una vida resuelta afuera de ese lugar, a su manera, pero la tenía.

Agradecía al cielo y al infierno que las investigaciones no arrojaran nada más de lo necesario y únicamente fue inculpado de un asesinato en defensa propia.

Era irónico, teniendo en cuenta de todas las vidas que quitó en algún momento.

Cerró sus ojos intentando ignorar el frío que lo acobijaba cada día y cada noche en aquella solitaria celda.

Pero en eso escuchó como un oficial golpeaba los barrotes con brusquedad para que se despertara.

- ¡Eh, perezoso! ¡Levantate!

Se puso de pie rápidamente y un poco asustado, era la primera vez que un oficial volvía a la celda después de dejarlo allí.

- ¿Pasa algo...?

El hombre le lanzó una mirada inexpresiva, que pareció ser algo más que furiosa, pero ellos siempre tenían esa expresión así que no se lo tomó personal y ante el silencio del hombre, decidió callarse.

Abrió la celda y lo esposó para finalmente conducirlo a través de algunos pasillos que no había ido jamás.

Caminaba con torpeza y podía sentir el sudor frío en sus manos, no le gustaba quedarse expectante de algo, al menos no con su experiencia.

Se sentía como un cordero caminando a degolladero por alguna razón.

El oficial se detuvo delante de una puerta y lo obligó a entrar allí, seguía sin entender nada y ya había empezado a hiperventilar.

Entonces al notar eso, el hombre lo detuvo y le puso una mano en el hombro intentando calmarlo.

Y es que a pesar de que eran de bandos muy distintos, cualquier persona miraba en Shownu una gracia intrigante que los hacia apreciarlo, sin importar lo demás.

Después casi dos años teniendo a Shownu bajo su vigilancia, ya lo sentía como un conocido más, así que intentó consolarlo un poco.

- Eh, cálmate... tienes visita.

Shownu frunció el ceño.

- ¿Qué?

El hombre le señaló la puerta y le pidió que avanzara.

- Tienes visita, están esperándote.

Su respiración se cortó aún más y tragó con fuerza, sintiendo un mareo por el licuado de pensamientos que había tenido en ese momento.

Pues en todo el tiempo que llevaba allí dentro, nadie, absolutamente nadie había ido a visitarlo.

Ingresó al lugar un poco tambaleante y el oficial ingresó detrás de él.

Su corazón dio un vuelco cuando vio a través del cristal la bonita cara de Mariana con una sonrisa, inevitablemente comenzó a llorar.

Estaba más que feliz de ver un rostro conocido después de tanto tiempo en soledad.

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