En un Lucero viajaba

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El Príncipe al bosque fue por un embrujo a la choza de una bruja eternamente enamorada. Fue su castigo por una pequeña maldad que cometió en su Castillo. La bruja lo indaga con una dulce mirada. Muy tímida y sonrrojada le comenta al Príncipe

- Entre gallos y medianera tomarás esta poción. Podrás llegar donde la Maléfica descarada. Tomarás vuelo en el Lucero aquel que brilla como un azulejo. Recuerda antes de que se manifieste la alborada, el encanto terminará.

El Príncipe agradecido salió del bosque y se dirigió a la fuente helada de su Castillo. Allí pasó parte del día, pues el plan de la Maléfica con dedicación construía. Ya llegando la hora entre gallos y medianera tomó la poción. Inmediatamente el Lucero resplandeció y su vuelo a la posada de la Maléfica en él llegó.

- Ay mi Maléfica,  quien diría, tan tierna y designada. Cómo te atreves entrar en mi alcoba tan cínica y descarada. Esta noche serás mía dando inicio a mi cruel venganza.

Comenzó sin prisa, pero dando lascivas caricias. Su vestido rompió, su blancos pechos se asomaron con sus p€zones erectos como si reconocieran la boca de su Príncipe adorado. Con rabia la besó y de su cuello la ahorcó. La Maléfica no se enojó, sino que enseñando su dientes color perlados descaradamente le sonrió. De sus labios él se apoderó y su terso cuello mordió. Sus grandes manos por su abdomen descendió,  el montes de Venus acarició, bajó un poco más y aquella flor palpó. Toda mojada, así la encontró, un dedo en su brotado botón dejó. Algo resbaladizo y movimiento circulares a la Maléfica le proporcionó. Ya estaba dilatada y muy excitada. Con sus dedos en su cavidad entró y salió. La garras de ella comenzaron a crecer porque la bestia s€xual que viven en ella invocada fue aparecer. Entre medio de sus piernas él posó su firmeza, embestidas cortas y profundas comenzaron emprender. Su corona hinchada dentro de su flor la Maléfica sentía. Una y otra más de fuerte era aquellas embestidas. La espalda de él agudos dolores de placer sentía. La Maléfica no despertaba, pero de placer moría. Sentir aquella v€rga exaltada de momento un chorro de su dureza brotaba. Entre fuertes gemidos las paredes del castillo retumbaban. En la parte de abajo los sirvientes se despertaban.

- De seguro la Maléfica anda despechada, alguna víctima entró a su cuarto la muy descarada.

Cosas como estas y peores entre ellos comentaban. Mientras debajo de la puerta un resplandor de su puerta emanaba. Allí estaban eso dos amantes con sus almas abrazadas. Ya casí se asomaba el Alba. El Príncipe a la Maléfica cubrió y con un beso en la frente se despidió. La Maléfica en llanto se quebrantó porque de aquel ardiente sueño se despertó y a su lado no lo encontró. Mientras el Príncipe en el viaje en el Lucero otro plan se le ocurrió...©

Keila M.
D.R. 2018

El Príncipe de hadas y La Maléfica descaradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora