El verdadero motivo (Yoonmin)

3. El verdadero motivo para abrazarte

Reposaba sobre la cama, despierto. Se había desvelado en medio de la noche, y no había vuelto a conciliar el sueño desde entonces. Observaba a su novio, mientras éste sí que dormía. Veía como su pecho subía y bajaba al compás de su respiración, y se incorporó levemente para apreciar el bello rostro de su chico. Apartó suavemente uno de los mechones de su frente, palpando sin darse cuenta algo de sudor. Miró su mano y decidió escudriñar el rostro de su amado algo más de cerca. Se dio cuenta de las pequeñas gotas de sudor presentes en su cara. Su expresión parecía intranquila y eso a Yoongi le preocupaba. 

Acomodo su cuerpo frente al de su novio, rozándole el rostro muy levemente. El  más joven se estremeció ante su tacto y se alejó levemente entre sueños, aunque su mano recayó alargada sobre el colchón, cerca del alfa. Éste decidió tomar la pequeña extremidad entrelazando sus dedos con los del contrario, acariciándolos levemente.

Durante ciertos momentos, el omega pareció calmarse, al menos mínimamente. Sin embargo, pronto su rostro volvió a demostrar angustia, dándole al mayor a entender que tenía una pesadilla. Se acercó a su omega asustado, esperando que el joven estuviera bien, y decidió que la mejor opción era despertarlo. 

Besó su rostro con cuidado, tratando de transmitirle calma y amor, pero ésto no hizo que despertara. El mayor trató entonces de despertarlo algo más bruscamente, sacudiéndolo por el hombro levemente.

Sin embargo, por mucho que Yoongi lo sacudiera, no despertaba. La angustia en el pecho del mayor comenzó a hacerse presente, y el nudo en su garganta creció. Suspiró nervioso, sintiendo temor y pánico ante el pensamiento de ver al contrario sufriendo.

-Jimin-susurró, suavemente, tratando de mantenerse templado-. Jimin, mi amor, despierta. 

Pero, por mucho que el mayor pidiera que se despertara, no lo hacía, y esto comenzó a desesperarle. Encendió la luz de la lamparita presente en la mesilla, esperando que tal vez así funcionara, aunque no lo hizo. 

-Minnie-habló esta vez más alto-. Cielo...

Sus intentos fueron en vano, así que decidió que la mejor opción era...

-¡Jimin, despierta!

Gritar. 

El joven abrió los ojos, asustado. El dolor era palpable en el ambiente. Pronto, los ojos del omega se llenaron de lágrimas, haciendo que Yoongi lo atrajera hacia su cuerpo rápidamente. El menor pasó sus brazos por alrededor de su cintura, y agarró también parte de su espalda. Las piernas de ambos se entrelazaron, quedando así una de las de Jimin sobre la cadera del contrario, y la otra envuelta entre las de su novio. Las grandes manos de Yoongi viajaron hasta la cabeza del omega, metiendo sus dedos entre su cabello, acariciándole. Mientras, Jimin apoyó la cabeza sobre su pecho, enterrándola allí y mojando levemente con sus lágrimas la piel del contrario.

-Hey-susurró el mayor-. ¿Qué pasa, mi pequeño?

-Mi hermano-dijo Jimin entre hipidos-. Él... Ya sabes.

Recordó como, cuando conoció a Jimin, éste le contó lo ocurrido con su familia: su padre era el jefe de una mafia al que nunca le importaron sus hijos, y su madre había fallecido cuando él apenas tenía quince años, aunque su hermano mayor ya tenía 20. Sin embargo, su hermana menor apenas llegaba a los diez años en aquel entonces, y Jimin y su hermano, Chanyeol, habían quedado a cargo de la joven Jihyo. Además, Chanyeol comenzó a tontear con drogas poco después: empezó vendiéndolas y termino  consumiendo ocasionalmente, sobre todo en días como el aniversario luctuoso de su madre. Cada vez que eso ocurría, Jimin tenía que encargarse de que la pequeña Jihyo se acostara, para no dañar la imagen que ésta tenía del mayor de los hermanos Park; aparte de cuidar de Chanyeol, quien llegaba cada vez en peor estado. La frecuencia de los episodios con drogas del mayor se hizo mayor y mayor, hasta que, una noche, se desmayó en los brazos de Jimin. Éste llamó a una ambulancia, pero poco después, un grupo de pandilleros apareció en la casa. Afortunadamente, Jihyo pudo esconderse, pero Jimin acabó por ser raptado y llevado lejos de su familia. Logró salir con facilidad del lugar donde le mantenían cautivo, pero cuando volvió a su hogar, sus hermanos ya no estaban. Conoció a Yoongi poco después, y éste le prometió que no pararía hasta conseguir localizarlos; hasta entonces, cinco años después, continuaban buscándolos. 

-Amor... Acabaremos encontrándolos, cielo, ya lo verás.

-Tengo miedo, Yoongi. Chanyeol... Tal vez su problema fue a mayores... ¿Y si ahora Jihyo lo está pasando mal por ello? Puede que incluso no tengan para comer... ¿Y si están en la calle? ¿Cómo puedo dormir tranquilo sin saber como están mis hermanos? Jihyo solo tiene 17 años y podría estar pasando un verdadero calvario... Y Chanyeol puede estar muy, muy mal...

-Jimin, si sigues pensando tan negativamente, te sentirás peor. 

-Lo sé.

El omega volvió a recostarse en su pecho, buscando el confort y calor que le proporcionaba su alfa, quien comenzó a dejar suaves besos sobre su cabeza.

-Está bien, cariño-pronunció Yoongi, mientras continuaba besando su cuero cabelludo-. Vamos a encontrarles.

Jimin subió la cabeza, clavando su mirada en los profundos ojos de su novio.

-¿Tu crees?

-Estoy seguro.

Tomó al joven por la cintura y lo besó en los labios, un beso corto y tierno que terminó de calmar al menor.

-¿Volvemos a dormir?-sugirió Yoongi, tras verificar la hora en su móvil: eran las cinco y media de la mañana.

-¿Me abrazas?

-Ven aquí, tonto-Yoongi rió ligeramente. 

El mayor recostó su cuerpo boca arriba, mirando hacia el techo, y extendió el brazo, dejando espacio para que el menor se recostara sobre su hombro. A su vez, Jimin se recostó sobre el, dejando que sus piernas se enredaran con las de su novio, encontrando sin demasiado esfuerzo una posición cómoda para ambos. 

-Buenas noches-habló el menor.

-Descansa-deseó el alfa-. Te amo.

-Te amo.

Y, tal vez aquellas noches no fueran las mejores, pero por él, sobrellevaría lo que fuera. No soportaba verle triste, preocupado o dolido: puede que ese fuera el verdadero motivo para abrazarle: siempre querría hacerle sentir mejor y quererle, mimarle y que se sintiera amado; porque para él eso era amor, verdadero amor.