Soledad ||Beyblade Burst||

Soledad

Son tan graves los momentos, y el dañino sentimiento que he forjado en el silencio de mi habitación y quiero dejar este sufrimiento que me carcome por dentro y sin piedad siento que muero.

Desperté al sentir los rayos del Sol apuntar a mi cara, talle mis ojos y parpadee mil veces.
Mire el techo con tristeza, hoy era uno de esos tantos días en los que se supone que debía sonreír y pasarla bien, pero últimamente me la he pasado mal, he comenzado a sentir esta soledad que por mucho tiempo había ignorado y que nunca había dejado que me afectara.

Suspire con pesadez, me levante de la cama con algo de pereza, caminé hacia el baño dispuesto a tomar una ducha.
Cuando salí me vestí y me dirigí a la cocina para prepararme algo de desayunar, aunque mi mundo comenzara a perder color no quitaba el hecho de que debía ir a la escuela. Debía y tenía que asistir, si es que no quería preocupar a los demás; en especial a Valt.

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Espero ser un hombre nuevo, pero jamás supero el miedo, me desespero y temo no poder seguir.

Caminaba lento y sin prisa por los pasillos del lugar, miraba el suelo sin algún ánimo de querer ver a los demás felices.
Era muy temprano, por lo que decidí subir a la azotea, no me agradaba el hecho de estar rodeado de un sentimiento ajeno que hace mucho tiempo había dejado de sentir.

Me detuve en seco al oír risas, tomé una bocanada de aire, sonreí y seguí caminado como si nada me estuviera afectando en esos precisos momentos.

—¡Shuu!—escuché al peliazul gritar, lo miré con algo de confusión, pues el que llegara temprano era algo muy extraño y si lo hacía, era un milagro de los mismos dioses—Me despertaron diciendo que ya era tarde y cuando llegue, me di cuenta de que era muy temprano—

Lo último lo dijo al percatarse que su presencia en la escuela a estas horas era muy rara.
Asentí con la cabeza dejando escapar una pequeña risa mientras intentaba que no sonara tan falsa, me miró con una sonrisa de oreja a oreja y se echó a reír. Siempre que escuchaba su risa me parecía que se quedaba impregnada en mi mente y resonaba cada vez que lo recordaba.

—¿Ya piensas entrar al club?—preguntó animadamente, negué con la cabeza y lo miré a los ojos, tratando de decirle que ya sabía cual era la respuesta—¿Acaso sucede algo?—

¿Por qué será que no me atrevo? Y sólo pienso que no puedo, ahogando en la tristeza todo mi existir.

Sentí la mirada de los demás miembros del club, ¿Ya saben lo que esta pasando? No. No saben como me siento, no lo entenderían.
Comenzaba a sentirme incómodo al notar que cada uno esperaba una respuesta. Como si quisieran saber lo que realmente estaba pasando por mi cabeza.
Baje la mirada, buscando las palabras adecuadas para poder explicarles que nada me pasaba, que todo estaba bien y que me podían dejar en paz.

—Valt tiene razón—musitó Daigo haciendo que levantara la mirada del miedo al saber que quizás ya comprendía lo que sucedía—Has estado incluso más callado y más reservado—

Ya no quiero más, de esta soledad que día tras día se convierte en un desastre.

—No pasa nada, chicos; estoy bien—mentí, me sentía mal por dentro, era la primera vez que me guardaba la verdad y me dolía el no poder decirles -especialmente a Valt- como me sentía—Volvamos adentro, ya no tarda en empezar las clases—