La mentira

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Los guardaespaldas que cuidan nuestra casa nos abrieron las puertas y entramos a la sala de estar, mi nana estaba limpiando la pequeña mesita de noche.
A lo que ella me cuenta, es como una abuelita para mi desde que mis verdaderos abuelos murieron desde hace 5 años. Me hubiese gustado hablarles a los demás por horas y horas lo grandes que fueron mis abuelos, describir cómo eran pero me tengo que conformar con unas cuantas fotografías y miles de historias.
Ya que habia perdido a todos mis abuelos solo quedaba mi nana, que cuida de mi y mis hermanos desde que tenemos memoria. Su nombre es Amelia, una viejita de 50 años, con algunas canas que se perdían entre su cabello pintado de negro, sus ojos transmitían refugio y sus abrazos eran los mejores. A pesar de sus años siempre está de un lado a otro, limpiando aquello y acomodando lo otro. Desde que Persa salió al mercado, Amelia trabaja en nuestra casa.

Siempre está cuando mis hermanos y yo necesitamos un consejo o un abrazo.
Mis padres la conocieron gracias a mis abuelos; si, el destino. Ella era muy amiga de parte de mis abuelos paternos y fue cuando quedó viuda que perdió su casa y dinero. Pidiendo ayuda a mis abuelos, ellos le hablaron a mi papá de ella y él le dio el trabajo que ahora tiene. Tuvo dos hijos, eran mellizos, Sara y Ricardo.
Me cuenta que mis hermanos y yo siempre estabamos jugando con ellos, eramos como mejores amigos. Como mi nana perdió todo lo que tenia, mi papá le dio la opción de quedarse a vivir en el primer piso de nuestra casa, con un cuarto para ella, otro para Sara y otro para Ricardo. Cerca de los 5 años, ellos se quedaron sin padre por lo que desde entonces vivían con nosotros.

Salíamos a todos lados juntos, la pasabamos increible pero llego el momento en que crecieron y eligieron seguir con sus estudios. Ambos se irian de intercambo a Amsterdam, en una escuela de alto prestigio, a sus 20 años de edad. Amelia no estaba convencida en dejarlos ir pero decidió apoyarlos en sus deciciones.

Se habia llegado el día, vio a sus hijos subirse al avión que los alejaría de ella durante 8 meses sin embargo... el destino tuvo planes diferentes. El avión en el que iban sufrio unas fallas en el motor haciendo que cayera de picada, solo algunas personas sobrevivieron pero desafortunadamente no estaban en esa lista. Amelia se enteró y su mundo se cayó, ya había perdido a su esposo y ahora a sus hijos. Tardó en aceptarlo pero al final reclamó los cuerpos, les dio una sepultura digna y prometió seguir adelante por ellos.

Meses después, cuando tenia 16 años, murieron mis abuelos, ella me cuenta que yo fui quien más lloró su perdida y aunque fue por causas naturales, aún asi me dolia. ¿Quién quiere decirles adiós a quienes te dieron amor incondicional desde que se enteraron que ibas a venir al mundo?
Cuando a mi me lo platicaron se me hizo un nudo en la garganta, mis ojos no paraban de llorar; al parecer mi familia se la pasa en tragedias.

— Hola nana

— Mi niña -dejo lo que estaba haciendo y me abrazó sonriendo- que bueno que ya llegaste, ¿cómo te fue?

— Bien, tengo cosas que contarles

— ¿Y si nos platicas a todos en la comida?

— ¿No te puedo platicar solo a ti?

— Es mejor compartirlos con toda tu familia -sobo mis brazos con sus manos un tanto arrugadas-

— Yo ya se que es, Ash tiene novio -le dio un beso en la mejilla- Hola nana

— Que mentiroso, Steven -rodé los ojos- no es eso

— Hola mi niño, ¿cómo te fue en la práctica de hoy?

— Pesado, como siempre

— Nana -Hanna la abrazó- ¿cómo estás?

— Hanna, mi niña -respondió a su abrazo- muy bien, ¿y tú?

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