Pasaron dos semanas desde que Agnes y Z se enteraran de mi verdadera edad, y desde entonces, todo se tensó incluso más. Z apenas me dirigía la palabra, y cuando lo hacía, era para preguntarme si sentía algo dentro de mí. Supongo que quería saber si estaba embarazada o no.
Lo que yo si sabía era que jamás perdonaría que él me hubiera violado. Estuve mucho tiempo pensando que era una broma, autoconvenciéndome de que yo seguía siendo virgen y que nadie había abusado de mí. Me dolía pensar que Z pudiera haber hecho algo así. Me estaba empezando a caer bien, a pesar de ciertas actitudes un tanto extrañas, era buena persona.
O eso creía. Quizás estaba sufriendo el síndrome de Estocolmo.
Sentía que mi cabeza ya no era capaz de razonar correctamente, tantas cosas a la vez me estaban abrumando.
Estaba realmente confundida porque no tenía idea de lo que estaba pasando en el exterior de esa casa. No sabía si me estarían buscando, si mis padres estarían al borde de la desesperación al no tener noticias de mí, o si simplemente decidieron pasar página e ignorar mi existencia.
Ese desconcierto me mataba por dentro, aunque, por otra parte, podía permitirme no tener ningún tipo de responsabilidades.En una de mis intensas reflexiones existencialistas, Agnes tocó la puerta de mi cuarto.
-Hey. ¿Puedo pasar?- asentí con la cabeza.
Era rutina que, en estas dos últimas semanas, Agnes fuese la que se encargara de mi. Me traía la comida a mi habitación, me lavaba la ropa y me acompañaba al jardín cuando necesitaba respirar aire fresco.
-Vengo a traerte algo- se sentó en la silla de mi escritorio.
Vi que agarraba un libro con una portada roja: "Ciencia de la lógica" de Hegel.
-He intuido que te gusta la filosofía, así que he pensado que esta obra podría interesarte- declaró con una sonrisa condescendiente.
-Vaya. Pues, no sé. Gracias, supongo- solté, un poco insegura.
-No pareces estar contenta. ¿Quizás no he acertado?
¿Contenta? Teniendo en cuenta mi situación actual, contenta no era la palabra, desde luego que no.
-Es que en realidad no sé si podré leerlo. No me puedo concentrar. Pero Hegel me gusta, Marx y Engels se inspiraron en él para sus obras.
-Así que te gustan los marxistas, ¿eh? Bueno, lo tendré en cuenta para la próxima. Apenas hay libros de teoría socialista en nuestra biblioteca, pero puedo ordenar alguno por Internet. ¿Qué te parece si compro "Principios del comunismo" o el "Manifiesto"?- Agnes parecía muy interesada en contentarme.
Sonreí levemente. Ya había leído esos libros hacía unos años, y me parecieron indiscutiblemente brillantes. Gracias a ellos entendí el funcionamiento del materialismo dialéctico, y cómo confrontaba con la metafísica, un discurso idealista y utópico.
-Estaría bien que encargaras "El amor de las abejas obreras", de Aleksandra Kolontái-le pedí.
-Eso está hecho, linda.- me miró con esos ojos inocentes que siempre ponía cuando estaba alegre- Bueno, igualmente te dejo el libro de Hegel en el escritorio, por si le quieres echar un vistazo. Lo elegí yo para ti.
Agnes se levantó de la silla y salió de la habitación.
-Agnes- pronuncié. Ella se dio la vuelta y me miró- gracias por cuidarme.
Me dedicó otra sincera sonrisa, y se marchó.La idea de leer me consolaba un poco, al fin y al cabo no tenía nada más que hacer.
Entendía los motivos por los cuales Z decidiera mantenerme recluida, pero no los compartía, ya que existía otra alternativa: la adopción.
Él no era un hombre mal intencionado, sino todo lo contrario. Pero no tenía las cosas demasiado claras, y quizás eso influía en la manera en la que se relacionaba con los demás. Sigo recordando el día en el que me torcí el tobillo y, al vendarme la pierna, me tocó bajo mi falda. Extrañamente, no lo recuerdo con terror ni asco, y posiblemente fuera porque estaba desarrollando un fuerte vínculo afectivo con Z.
Abrí el libro de Hegel. Lo primero que leí fue: "La contradicción es la raíz de todo movimiento y de toda vida, porque sólo cuando una cosa tiene contradicción en sí misma, adquiere impulso y actividad."
Yo tenía claro lo siguiente: al igual que la clase obrera en el capitalismo, mi lucha en esta casa conllevaba una revolución, y yo estaba dispuesta a cualquier cosa para escapar.
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La gestante
Misterio / SuspensoDuerme, duerme, duerme en paz que mis manos te arropan, mi boca te besa y mis ojos te querrán. Duerme, duerme, duerme en paz que cuando esto acabe, una luz amarilla, tenaz, libre y rebelde volará. "Promesas de una niña insegu...