En las noches de luna de roja.

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Le odiaba, le odiaba con toda su alma.

Nunca había podido explicarse a sí mismo el motivo por el que sentía tanta animadversión por Izuku Midoriya. Quizá era su modo de ser, quizá era su familia, quizá era el hecho de que al mirarlo, simplemente la sangre se le subiera a la cabeza y tuviese deseos de golpearlo. Lo cierto era que siempre, en la mayor oportunidad, Katsuki asediaba al joven Izuku a la salida de la escuela y con ayuda de sus amigos, le daban unas palizas dignas de ser recordadas. El nerd nunca decía nada y tal vez ese era otro motivo por el que lo detestaba. No era el chico adorable y noble que fingía ser, era un maldito desgraciado. Izuku pretendía seguir los preceptos que su madre, Inko Midoriya, la dirigente de la Orden Perpetua de la comunidad, designaba, pero no los creía realmente.

En ese pueblo las cosas eran demasiado torcidas. Para empezar, el extraño fenómeno natural que hacía al sitio bastante popular. Cada cierto tiempo, la luna se volvía roja y el fenómeno se podía contemplar con mayor claridad en ese lugar, por ello los extranjeros y turistas habían comenzado a visitarlo y así deleitarse con el espectáculo.

Pero nada era como los visitantes creían, la Luna Roja sólo traía desgracia cada vez que se mostraba. Todos en el pueblo lo sabían, había una maldición acechando a cada uno de los habitantes y nadie se atrevía a investigar el por qué cuando la luna se volvía roja, la gente moría.

Katsuki Bakugou, era el hijo de una de las familias más adineradas, y en su posición acomodada detestaba muchas cosas ridículas en ese pueblo. La Orden Perpetua, un grupo de señoras que se juntaba todos los viernes de cada mes a rezar por la salvación de las almas que perecían en la maldición. Las leyendas sobre la cantidad de muertes que había cada mes. No era normal, según había escuchado recientemente ya iban por la quinta muerte y ni siquiera estaban por terminar el mes de octubre, no se quería imaginar cómo sería la tasa de mortandad al finalizar el año.

Su principal fuente de odio era Izuku Midoriya. Como se mencionó desde el principio, Katsuki odiaba a Izuku por muchas razones, pero probablemente la más acertada era por el hecho de que ese ñoño era un maldito mentiroso que tenía todos bajo su máscara de "dulzura y pureza", pero estaba más que podrido por dentro. Delgado, menudo, bajito, de piel blanca, unos rizos verdosos y ojos color esmeralda, Izuku no representaba para nada el estereotipo masculino que debía abundar en el pueblo. No, era delicado, cuidadoso, servicial e hipócrita. Sobre todo esto último.

Su madre podría vanagloriarse de lo aferrado y santurrón que era su hijo, pero ella no sabía que Izuku odiaba a todo el mundo y no tenía miramientos cuando se trataba de conseguir lo que quería a base de trampas, dinero o chantajes. Era asqueroso, era repulsivo que una persona así existiera. Por esa razón era su deber recordarle que no era más que un insecto, un pedazo de escoria que no servía para nada.

Uno de sus amigos encendió un cigarro y otro le ofreció fuego mientras esperaban a la salida del colegio donde Izuku estudiaba. Eran de clases sociales diferentes y por lo mismo, asistían a escuelas diferentes. Otro motivo más para odiarlo. Escupió con ganas en el pavimento y pudo verlo acercarse. Llevaba el ceño fruncido, como si estuviese molesto con algo. Su mente parecía ataviada con demasiados conflictos y Katsuki no soportó no provocar en él ese miedo satisfactorio que alimentaba el ego de cualquier abusador. Llamó a sus amigos y ambos acorralaron al menor sin que éste lo notara. Él sonrió de manera satisfecha y se colocó detrás de Izuku, dispuesto a intimidarle de más.

—El nerd está enojado al parecer—habló con ironía y el joven de los rizos levantó la mirada con fastidio.

—¿Qué quieres ahora? No tengo ánimos para soportarte hoy.

En las noches de luna roja. One shot-KatsudekuWhere stories live. Discover now