Ukogner

19 1 0
                                    

Estaba lloviendo.
Lo primero que puedo decirles sobre mi primera noche de trabajo es que estaba lloviendo a cantaros. No había relámpagos ni viento, pero mientras más me acercaba a la dirección que indicaba el anuncio, menos sabía donde estaba, por cuanto más me adentraba en la ciudad, menos era capaz de verla.
Mi ciudad (cuyo nombre no vale la pena mencionar) pasó a ser un borrón gris. Los contornos de la urbe se desdibujaron y formaron un garabato con aleatorios puntos luminosos esparcidos a lo largo y ancho. El paraguas que llevaba conmigo había salido volando poco después de poner un pie fuera del departamento, por lo que mi única defensa posible eran mis manos, obviamente ineficaz a la hora de defenderse de un diluvio tan pesado y agresivo.
La dirección era muy extraña, solo indicaba: "En la intersección de la Avenida M... con Calle A...", cosa que no sería extraña de no ser porque en esa intersección no había absolutamente ningún bar.
Mi tren de pensamiento me distrajo y no pude ver una zanja en la acera por la que estaba caminando, noté la falta de suelo bajo mi pie izquierdo y cerré los ojos esperando el impacto, pero me sorprendí enormemente cuando mi caída fue detenida casi inmediatamente por una puerta, una gran puerta marrón, invisible hasta que no tuve la mejilla pegada
a ella, alumbrada por un simple bombillo amarillo.
Con todo mi cuerpo apoyado contra la misteriosa puerta, sentí una extraña seguridad, aún estando empapada y con el fuerte recuerdo de la fría lluvia calando hasta los huesos solo segundos atrás, el contacto con aquel simple pedazo de madera me hacía sentir extraña al escenario en desarrollo frente a mis ojos. La sensación que la puerta me daba era la de ir a un restaurante con frecuencia y que te traigan a la mesa exactamente lo que querías sin necesidad de ordenarlo. Miré a mi alrededor y vi la misma lluvia que me había acompañado desde que di el primer paso hacia acá, pero ahora en la lejanía. Sentía que podía burlarme de ella.
Tantee el aire con intención de encontrar el pomo de la puerta, pero justo cuando pude apretar la mano alrededor del mismo sentí como alguien abría desde el otro lado.
Irónicamente, esta vez no cerré los ojos y mi cuerpo estuvo muy cerca de hacer contacto con el suelo violentamente.
Pude sostenerme de la puerta para no caer de lleno, pero la fuerza de mi propio peso recorrió mis huesos desde mis dedos aferrados a la manilla hasta mi hombro como una dolorosa e incalculada corriente eléctrica. Cuando me sentí relativamente segura soltándome, pude aterrizar sobre mis rodillas, me llevé la mano izquierda al hombro lastimado y solté un quejido.
-No se ve como una noche ideal para estar abrazando puertas.
Era un hombre joven, su voz era formal y controlada, era como las primeras notas de piano en una canción de jazz. Miré hacia arriba y vi que tenía un aspecto peculiar, su cabello completamente blanco le daba un aire de ser mucho mayor de lo que indicaba el resto de su apariencia, lo llevaba todo peinado hacia atrás. No debía ser mucho mayor
que yo, finales de sus veinte, principios de sus treinta. Iba vestido con la indumentaria normal de un barman, un chaleco negro de botones sobre una camisa larga blanca, con un delantal también negro sobre los pantalones.
Su boca solo se tornó en el fantasma de una sonrisa, pero su mirada era cálida, de bienvenida. La sostuvo unos pocos segundos antes de extenderme la mano para ayudarme a levantarme. Cuando estuve de pie, me sacudí el polvo de la falda, y lo miré directamente. Con una señal me hizo pasar, y cerró la puerta con un sonido suave.
-Gracias, ¿señor...? -inquirí, dándome cuenta que su nombre no estaba en el anuncio del periódico.
-Mi nombre es Jon Snow. Le pido que por favor se apresure a pasar, debe secarse antes de que llegue algún cliente.
-¿Jon Snow? ¿Cómo el personaje de Game of Thrones?
-Por ahora, si.
Oh, un nombre falso...
-¿Por qué habla de clientes? ¿No debería hacerme una entrevista primero?
-¿Estoy en lo correcto en que viene usted por el trabajo de asistente?
-Si, pero...
-El único requerimiento para este trabajo es tener la disposición de venir todos los días, sin importar las circunstancias -dijo Jon mientras empezaba a descender por unas escaleras, haciéndome gestos de que lo siguiera- el propósito de una entrevista es saber si tiene lo requerido para el puesto. Creo que esta tormenta fue entrevista
suficiente para determinar que usted está lo suficientemente desesperada por el trabajo como para satisfacer dicho requerimiento.
Voltee ligeramente a mi izquierda, y vi una corriente de agua, fluyendo con suavidad, en contraste al cauce que se había formado en las calles. Solo cuando ya calmada pude apreciar el silencio, me di cuenta de que éste era absoluto, no se escuchaba ni un ruido de afuera, como si aquel sitio estuviese aislado del mundo exterior.
En aquella calma, pero aún empapada, seguí el gesto de Jon y bajé las escaleras. La corriente me acompañó durante el descenso, con su todavía suave flujo. Podía escuchar los pasos de Jon bajando detrás de mi, apoyado en el pasador.
Cuando llegué abajo, vi como aquel río artificial desembocó en un acuario, lleno de peces de muchísimos colores, no podía saber con certeza qué tan profundo era, pero por la cantidad de pequeñas formas coloridas nadando en él, no era atrevido asumir que tenía unos 3 o 4 metros.
El desconocido siguió caminando detrás de mí, llamó mi atención con un chasquido de dedos, con su mano señaló un pasillo, me dedicó una sonrisa y se dirigió al lado opuesto de la habitación. Había una barra de madera oscura, de al menos tres metros de largo, seis taburetes altos con tapicería roja cubriendolos. Jon se puso detrás de ella, habían muchas botellas en las repisas de vidrio detrás de él, se puso a secar unos vasos. No me di cuenta que me estaba mirando hasta que me sonrió, sacándome de mi trance.
Avergonzada, caminé apresuradamente hacia donde me había indicado. Abrí la puerta que decía "Solo personal", aún no adaptada a la idea de ser parte del personal.
Comparado con la taberna, la habitación estaba alumbrada por un blanco enfermizo, era un baño más grande que la habitación donde llevaba días durmiendo, tenía un lavamanos con espejo, un inodoro a la derecha y una ducha que ocupaba la mayor parte de la habitación.
Me desvestí, guindé la ropa mojada en unos ganchos ubicados en un tubo de metal. Después de secarme, me miré al espejo. Sin duda había visto días mejores, tenía el pelo más desarreglado de lo normal. La lluvia había hecho que pasara de rubio a color moco. Mis ojos estaban irritados y me veía como un panfleto de "No a la anorexia", mis costillas se marcaban a través de mi piel, un suspiro febril cortó mi apreciación personal. Cerré los ojos y luego me los enjuagué con el agua del lavabo.
Había un uniforme al otro extremo del tubo donde había colgado mi ropa. A menos que a Jon le gustase usar faldita en su tiempo libre era evidente que me lo tenía que poner, la única duda rondando mi mente era el porqué estaba él tan seguro que quien iba a venir por el trabajo era una chica.
La talla no era exacta, pero me quedaba mejor de lo que uno cabría esperar de un uniforme arbitrariamente puesto en el baño de tu nuevo trabajo. Era a todos rasgos la versión con falda de como iba vestido el barman. Cuando la inminente rendición en mi batalla contra mi propio cabello llegó, me dirigí al bar de nuevo.
La suave iluminación del bar me recibió con la misma calidez, encontré a Jon poniendo música en la computadora que tenía en su barra, a través de los parlantes puestos en las esquinas superiores del sitio se escuchaba un suave jazz.
Caminé calmadamente hacia mi nuevo jefe. Jon estaba limpiando la barra. Cuando notó mi presencia, me indicó que me sentara y obedecí. Aún estaba organizando su barra
cuando empezó a interrogarme.
-¿Nombre?
-Sofía.
-¿Edad?
-19 años.
Aún sin mirarme, Jon me acercó una planilla con un bolígrafo, señaló la primera línea vacía y dijo:
-Por favor, pon tus datos aquí.
Noté que había al menos una docena de nombres en la planilla, ¿por qué?, pensé. No había visto a más nadie en el lugar. ¿Eran todas ex-empleadas? ¿Por qué eran todas chicas? Tenía un mal presentimiento, pero exhalé y puse mis datos en la hoja. Jon la tomó y la colocó debajo de la barra.
-Muy bien. Por ahora voy a pedirte que limpies el local.
Puedes saltarte la barra, eso lo puedo hacer yo -me dio la espalda e hizo honor a su declaración.
-¿No necesita saber algo de mi pasado? ¿Mi experiencia laboral? ¿Cualquier cosa?
Jon estaba claramente fastidiado por mi pregunta, pero me miró y dijo:
-¿Si a un mercader de trigo se le quema la carreta en mitad del camino, y se encuentra a un viajero con espacio de sobra para transportar el trigo, con la condición de que se emplee algo en alimentar a sus animales, qué sucede?
-Supongo que se ayudan.
-¿Al mercader de trigo le interesa por qué el viajero tenía tanto espacio de sobra?
-No cre-
-¿Y al viajero le interesa como la carreta se prendió en fuego?
-Supongo que no.
-¿Entonces por qué debería yo preguntarte de donde vienes, si lo cierto es que vamos al mismo sitio?- terminó Jon, antes de darme la espalda y dedicarse completamente a la limpieza de la barra, señal que tomé para ir a hacer mi parte.
Encontré productos de limpieza en la misma habitación donde se estaba secando mi ropa. Era un local bastante grande, algo que agradecí en silencio, porque interactuar con Jon era incómodo, quería un tiempo para pensar en lo de la planilla, el hecho de que casualmente tuviese un uniforme para mi antes de saber que venía...

CatharsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora