Conrad llevaba cerca de 3 horas buscando a Sofía en los alrededores cuando la vio salir de un conjunto de edificios abandonados con la mirada perdida y una herida en la rodilla. La llevó al bar, pero no logró sacarle una sola palabra de la boca en todo el camino. Ocasionalmente balbuceaba cosas sin sentido, "saltar", "Tomas", "rodilla".
Conrad sabía de sobra que llamar al servicio médico desde el bar iba a ser inutil, por lo que le trató la herida de la rodilla él mismo, y la acostó a dormir en su propia habitación, enteramente consciente de que no iba a poder dormir esa noche.
Pasó la velada vigilando que Sofía estuviera durmiendo tranquila y limpiando el bar, no porque fuera necesario, sino porque necesitaba distraerse con urgencia, y en efecto, distraído estaba, porque rompió 4 platos y 2 vasos tan solo sacudiendo los estantes.
Sabiendo que cualquier cosa que hiciera no iba a poder mantenerlo ocupado, Conrad entró a su habitación. Sofía se sacudía y murmuraba cosas inentendibles en sueños, Conrad se quedó paralizado en la entrada, inseguro sobre qué debería hacer.
La ansiedad lo consumía, Sofía no había tenido más que un resfriado durante todo el tiempo que llevaban viviendo juntos, verla así lo hacía sentir como un niño, pero mantuvo la suficiente compostura para apartar una silla junto a ella, y sostenerle la mano, sin la más remota idea de porqué no había empezado a temblar, cuando tenía todas las ganas del mundo de hacerlo.
Sofía abrió levemente los ojos ante el contacto de la mano de Conrad, le era imposible recordar de qué pesadilla acababa de despertar, pero una lágrima corrió por su mejilla tan rápido como su herida en la pierna empezó a arder y recordó quien le había colocado los vendajes.
Vio a Conrad mirándola con la mirada fija en sus ojos, al verlo Sofía empezó a llorar descontroladamente, hundió la cara en la almohada con fuerza para que no la viera, pero contrario a lo que esperaba, Conrad empezó a acariciarle la cabeza suavemente. Era un gesto incómodo y torpe, opuesto a todo lo que normalmente hacía Conrad. Sofía extendió su propia mano hacia él, y le hizo gestos para que se acercara.
-Recuestate conmigo -dijo Sofía, sin ninguna
preocupación acerca de cómo se escuchaban las dos palabras que acababa de decir, y con total confianza de que él la había entendido.
-Okay -contestó Conrad secamente, agradecido de no haber tenido que pedirle permiso.
Aún vestidos con la ropa con la que habían salido hacía ya 24 horas, recibieron abrazados el sol del día siguiente, el único sonido perturbando la calma de la habitación eran los ocasionales sorbidos de Sofía, y los aún más dispersos suspiros de Conrad. Al cabo de unas horas, ambos acabaron por caer dormidos al mismo tiempo, cayendo uno encima del otro de cualquier manera, demasiado cansados para acomodarse en una posición más cómoda.El sol del mediodía estaba en todo lo alto cuando Conrad se dio cuenta de que ya no estaba recostado sobre el hombro de Sofía. Se apresuró a levantarse de la cama y apresurarse en salir de la habitación. Aún restregándose los ojos con los puños, escuchó el sonido del sartén en la cocina, aceleró para encontrarse con Sofía, con la misma ropa que usó para dormir, haciendo el desayuno.
Conrad sintió la ironía de la situación al sentarse en uno de los taburetes de su propia barra, Sofía lo miró, pero desvió la mirada con rapidez y siguió enfocada en los huevos que tenía en el sartén. Los sirvió tan bien como pudo y se los puso delante a Conrad.
No tenía nada de hambre, pero se lo comió todo en 2 mordidas solo para ver si le sacaba alguna emoción a Sofía de la cara, con nulo efecto. Sofía comió su propio plato a bocadillos de abuelita, con ojos tristes y rojos.
Conrad se estiró hasta el otro lado de la barra con su tenedor, cortó un pedazo decente y le puso el tenedor delante de la cara a Sofía.
-Di aaaaa -dijo Conrad, en la voz más dulce que era capaz de hacer.
Sofía en efecto abrió la boca, y tras tragar, tenía una leve sonrisa.
Conrad la ayudó a lavar los platos y limpiar la cocina, sabiendo que si dejaba a Sofía hacerlo por si misma iban a tener que cambiar la cocina completa.
Sofía solo se retiró sin hacer ruido a su habitación.
Conrad moría de ganas de ir detrás de ella porque verla así le rompía el corazón, pero decidió que la iba a dejar ser por lo que quedaba de día.
Cuando la noche se hizo presente en el bar, Conrad se encargó de todo por si mismo. Una chica delgada de lentes y cabello negro rizado entró por la puerta, Conrad ni siquiera fue capaz de recordar su nombre cuando le agradeció por haber salvado su vida. Con mucha seguridad podía decir que probablemente su vida no estaba en peligro en un primer lugar, pero se abstuvo de pensarlo en voz alta hasta que no estuvo seguro de que estaba solo en el bar.
El bar tenía una atmosfera pesada. Sin duda una taberna con solo un hombre manejándola tenía un aire más clásico, pero Ukogner no era un bar estético, y se necesitaba la melena de Sofía dando brincos por él para que no se sintiera vacío. O al menos así se sentía Conrad.
Eventualmente, se levantó de su silla con energía. Preparó sandwiches lo más rápido que pudo, tomó una botella de lo más alto de la despensa con dos vasos y tocó la puerta de Sofía. Aunque tardó más de lo normal, le abrió.
Estaba envuelta en su sabana como una especie de capucha, Conrad sintió relajación al darse cuenta de que sus ojos no estaban hinchados, le mostró lo que llevaba en las manos y Sofía se apartó del camino para dejarlo pasar.
Sofía se sentó en el piso sin quitarse la sábana de encima, Conrad la imitó y puso los platos entre los dos, sirvió ambos vasos y se quedó viendo a Sofía, abrazando sus rodillas con su cabello rubio haciendo una especie de corona alrededor de su cabeza.
-¿Si sabes que no voy a comer hasta que tú no empieces? -dijo Conrad, desesperado por sacarle algún tipo de emoción a su amiga.
-La gente conoce el riesgo de morir en un accidente de tránsito, eso no evita que usen carros para moverse- respondió Sofía.
Su respuesta desarmó a Conrad por completo, empezó a comer en silencio, inseguro de cómo proceder.
-Lo siento -dijo Sofía- no quería ser grosera.
Conrad dejó el sandwich sobre el plato, le tomó la mano entre las suyas y la miró a los ojos.
-¿Qué pasó ayer?
Sofía le contó todo, desde la herida en su pierna hasta los últimos momentos de Tomas en la cornisa del edificio.
Entró en detalles sobre el olor que despedía el cadaver cuando le pasó por al lado para salir del complejo abandonado, hasta finalmente encontrar a Conrad.
La voz se le quebraba momentaneamente en mitad del relato, hacía pausas largas aclarandose la garganta, y cuando terminó, estaba más susurrando que hablando en
voz alta.
Conrad escuchó en silencio, sin siquiera tocar la comida delante de él. Le daba ocasionales sorbos a su vaso para que Sofía lo viera e hiciera lo mismo, mirandola fijamente mientras la chica delante de el se deshacía.
Cuaando Sofía hizo silencio, éste se extendió por la habitación de manera pesada. Conrad se levantó y se colocó a su lado, pasando su brazo por sus hombros y sosteniéndola firmemente, sabiendo lo que iba a pasar cuando la conversación que estaban a punto de tener terminase.
-¿Crees que hice lo correcto?
Conrad estaba 100% seguro de que iba a decir eso, pero eso no lo hizo estar más preparado al respecto. Tomó un largo suspiro y bebió directamente de la botella ante la mirada estupefacta de Sofía antes de responder.
-Creo que "lo correcto" es un concepto que no nos es util en nuestra línea de trabajo, Sofía. Lo que hacemos no es hacer las vidas de las personas saludables o felices, lo único que hacemos es ofrecer un momento de liberación a las personas que lo necesiten. El perro siempre quiere correr más allá de donde su correa le permite, si le quitaras la correa sería libre, pero también se haría evidente el porqué la correa era necesaria en un primer lugar.
-¿Y por qué les soltamos tanto la correa, entonces? Si sabemos que se van a hacer daño a la larga, no deberíamos darles la libertad que creen querer en un primer lugar. Estoy seguro que Tomas alcanzó su momento de liberación, ¿pero de qué le sirve? ¡Está muerto!
-No todos los perros son iguales, Sofía. Algunos encuentran el camino de vuelta a casa, y para ellos, el
momento de libertad es algo metamórfico, transformativo y liberador. Vuelven siendo mejores que antes, ¿viste al gordo gigante en el supermercado? ¿Qué estaba comprando?
¿McDonalds?
-Pero cuando quiera puede volver a McDonalds, ¿qué respuesta le puedes dar a Tomas? ¿O a Edward, el chico con cáncer? Él habrá alcanzado la liberación, ¿pero qué hay de la novia? ¿Dónde estará ella? ¿Qué opinión tendrá ella de la puta liberación?
-¿Entonces crees que la liberación es algo egoísta, Sofía?
-¡Por supuesto que si! Y más que egoísta, es inutil. El suicidio es acabar con todo en el punto más bajo, ¡pero la catarsis no es más que desestabilizar toda tu vida por un simple momento de sentirte falsamente realizado!
Sofía estaba acelerada y temblando de rabia. Había vuelto a llorar, pero esta vez no por impotencia, sino por convicción. Conrad mantenía su tono serio, calmado y confiado en que la conversación iría en la dirección que él tenía en mente.
-¿Crees que es preferible nunca sentirte realizado a hacerlo a través de una mentira? -dijo Conrad, mirandola directamente.
-¿Vale la pena fumar más marihuana de la que tu cuerpo puede procesar solo por el placer de haberlo hecho, aún sabiendo el daño que te estás haciendo?
-¿Vale la pena enamorarse entonces, Sofía, sabiendo que en el 90% de los casos la otra persona te va a traer tantas desgracias como alegrías?
-No -respondió Sofía tras una pausa larga- pero eso
dep-
-Correcto, Sofía. Correcto. Depende, depende del
individuo, depende de la persona, es todo subjetivo, y cualquier juicio de valor que tu o yo intentemos hacer sobre lo que a otra persona le lleve a su propia catarsis, es completamente irrelevante, porque cualquier razonamiento que yo pueda hacer va a cambiar el hecho de que Gerald no se sintió mejor consigo mismo que cuando esa chica aceptó salir con él, no va a cambiar el hecho de que Edward pasó sus últimos momentos de vida de la mejor manera que pudo imaginar, no va a cambiar el hecho de que el domingo después de su noche aquí, María se sintió más feliz y completa que rezando cualquiera de las putas oraciones en las que se estuviese resguardando antes.
-¿Y qué me dices de Tom---
-Y si, Sofía. Eso probablemente significa que Tomas nunca se sintió tan comprendido y conectado con una persona como en el momento en el que lo empujaste por esa cornisa, eso significa que el momento más feliz de su vida fue el trayecto desde la punta del edificio hasta el suelo, y sin importar que tu o yo pensemos que eso fue lo correcto, lo cierto es que es irrelevante, porque no fuimos nosotros quienes sintieron esa felicidad para decidir por él lo que es o no es correcto.
-Pero es un hecho objetivo que lanzars-- -Sofía tuvo que interrumpirse en mitad de la palabra, pero continuó hablando con igual fuerza- caer de ese edificio le causó más mal que bien.
-Por supuesto, a nivel apreciativo es lógico que caer del edificio le hizo daño. Pero seguimos usando la palabra "objetivo", "lógico". Los humanos no somos objetos para hacernos un análisis objetivo, y no operamos en lógica para
pretender poder entendernos unos a otros viéndonos de esa manera. No somos más que humanos, y es nuestra incapacidad de lidiar nuestro temor a lo desconocido lo que nos hace imperfectos como especie, no deberíamos pretender entender cosas que en verdad no comprendemos solo para ponerles un orden. Y esa es la función de Ukogner, Sofía, brindarles un espacio de desahogo a todas aquellas personas demasiado miedosas de si mismas como para aceptarse, pero que crean un antifaz artificial y plástico para enmascarar ese hecho. Nada más que pretención, Sofía, y es nuestra obsesión con nuestra propia pretención, con creernos nuestro propio acto, lo que nos hace incapacez de alcanzar la catarsis por nosotros mismos.
Un silencio sepulcral volvió a apoderarse de la habitación, Conrad y Sofía se sostuvieron la mirada, no con rabia, sino con una mezcla de entendimiento y genuino afecto. Conrad entendía perfectamente la posición de Sofía porque era lo que él le había dicho a su mentora hacía ya varios años, era el paso necesario para hacerse cargo de Ukogner. No simplemente entender qué hacían, sino adaptarlo como una filosofía personal, necesaria para mantenerse estable en un escenario así.
Conrad se acercó de nuevo a Sofía y le dio un beso en los labios que tomó a ambos por sorpresa. Al separarse, ambos rieron nerviosamente.
-Tienes suerte de que María Mercedes haya estado tan desesperada esa noche, porque nadie con sus opciones abiertas te besaría una segunda vez -dijo Sofía, juguetona.
Conrad rió sonoramente, con tal volumen que Sofía no notó como se secaba las lágrimas con el borde de la camisa.
-Ya entiendes porqué tuve que aprender a cocinar, pequeña padawan.
Sofía y Conrad comieron y bebieron toda la noche, cuando acabaron con los sandwiches que tenían en la habitación salieron en medio de risas y ocasionales continuaciones a ese primer beso, Conrad preparó los platos más elegantes que sabía ante la mirada novata de Sofía.
Papas envueltas en tocineta con vino tinto acompañadas con sushi que estaba envuelto en tocineta en lugar de algas, y por algún motivo sabía aún mejor de lo que lo haría normalmente.
En completo éxtasis, estaban agotados y balbuceando cosas sin sentido en la cama de Sofía, Conrad jugando con el cabello de ella y ella usando la barriga de él como tambor.
-Dijiste que podías cantar, ¿no es así, Sofía?
-Ni lo intentes, amiguito. Eso no va a pasar.
-¿Por qué? -preguntó Conrad, sacudiendo su hombro.
-Porque no te gustaría.
-Pruebame -espetó Conrad, antes de tumbarla a su lado en la cama y hacerle cosquillas en el estómago.
-¡Está bien, está bien! Coñito de porquería -dijo Sofía, quitándoselo de encima mientras se incorporaba con dificultad.
Conrad hizo silencio y se acurrucó abrazando una almohada, mientras Sofía se aclaraba la garganta y empezaba a cantar.Estoy contento, de tenerte cerca muy cerca de mi.
Que me digas loco, que me des de besos
y que te rías de mi.
Sabes qué quiero decir ya no me mires así, oh.
Conrad no pudo reaccionar lo suficientemente rápido para que Sofía no lo viera llorar, ésta aún sin dejar de cantar, lo tomó de la mano y lo levantó de la cama. Puso su mano como un puño y se lo llevó a la boca, como un micrófono.
Y si me ves yo puedo decirte que eres lo más bonito que visto en toda mi vida.
Y sé que nunca te lo he dicho y me da miedo confesarte, pero antes quiero besarte.
Y llevo un rato tratando de decirte, que ya no puedo vivir sin ti~~Y finalmente, Conrad tomó la mano de Sofía tal como ella había hecho con la suya, y juntos siguieron cantando, dispares como siempre.
Llevo años tratando de decirte que te amo.
Esta noche estás loca como yo, estás loca.
Y lentamente, mientras se iban acercando, sus voces bajaban de tono.
Esta noche estás loca como yo... estás loca...A la mañana siguiente, Sofía despertó en su habitación sintiéndose limpia y feliz. Extendió los brazos esperando encontrar a Conrad a su lado, pero solo notó el calor de donde había estado su cuerpo. Confundida, se incorporó y notó que la habitación estaba completamente arreglada, para nada el estado en el que estaba la noche anterior.
Sofía no conectó los puntos hasta que no escuchó abrirse la puerta del bar.
Corrió aún descalza y tropesandose con todo lo que había en su camino, y cuando subió las escaleras para ver la puerta, solo puedo ver a Conrad con mucho peso en equipaje encima en el umbral.
Se miraron fijamente, Conrad sorprendido y Sofía en absoluto desconcierto.
-Dime que vas a dejar tu ropa sucia de tres meses en la tintorería y por eso llevas todo eso encima.
-Ojalá ese fuera el caso, Sofía.
Hubo una pausa que se sintió eterna, antes de que Sofía corriera hacia él y lo abrazara con fuerza.
-¿Por qué? -preguntó, esforzandose para que no se le escapasen las lágrimas que creía despedidas la noche anterior.
-Este lugar ya no me necesita. El bar es tuyo.
-¿Mío? ¿Cómo se supone que haga todo yo sola?
Sabes que no puedo, no me hagas esto, Conrad.
-Es como las cosas deben ser. No completas tu ciclo en el bar hasta que no eres capaz de convertir a otra persona a trabajar aquí habiendo asumido todas las implicaciones.
-¿Es decir que fui tu ticket de salida todo este tiempo?
-dijo Sofía, separandose de él.
-Creeme que no. Estaba preparado para asumir la responsabilidad de manejar el bar hasta que muriese, pero gracias a ti eso no es necesario.
-Quiero ir contigo.
-No puedes, eres la encargada del bar hasta que consigas a otra persona apta para hacerlo, Sofía, debes buscar un nuevo ayudante.
Sofía volvió a aplastarlo con su abrazo mientras él respondía al tanto haciendo lo mismo. Por la diferencia de tamaño, solo se podía ver el cabello de Sofía como un bombillo sobresaliendo de Conrad.
-Si te digo que te amo, ¿te quedarías?
-Si estuviese en mis manos me quedaria
independientemente de que me dijeras que me amas o que quieres un pan con queso, pero no puedo, Sofía.
-Entonces nunca te diré que te amo.
-Puedo esperar a escucharlo cuando salgas de aquí, Sofía.
-Pero si dejas de trabajar aquí...
-Si. No recordaré haberte conocido.
-¿Entonces cómo voy a-
-Mi nombre es Conrad Rivington. Dudo que tengas que buscar mucho en Facebook para encontrarme. Explicame todo lo que olvidaré y yo estaré ahí para hacer lo mismo por ti cuando salgas.
Sofía había dejado de llorar, viendo como todo lentamente caía en su lugar de manera entendible. Decidió no volver a hablarle en aquella despedida, solo abrazándolo hasta que él se separó, la besó, y se adentró hacia el sol naciente de la madrugada, mientras Sofía cerraba la puerta.En mitad de una noche lluviosa, una mujer joven entró a un misterioso bar que nunca recordaba haber visto en su vida. Éste tenía una larga hilera de escaleras que la llevaron a ver un gran acuario con una gran cantidad de peces.
Estaba todo alumbrado de manera atmosférica, y un suave jazz se escuchaba a través de los parlantes.
Un reflejo a su derecha llamó su atención. Se sorprendió al descubrir que el origen era el cabello rubio de una radiante joven vestida de barman limpiando la barra.
Cuando ésta notó que estaba siendo observada, sonrió con una perfecta hilera de dientes blancos y la invitó a sentarse.
-Bienvenida a Catharsis. ¿En qué puedo servirle?-Fin-