Capitulo 43

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-¿Cómo es que nunca me contaste que tienes cerebro para las bromas? – Le pregunté a mi novio con tono burlón.

-No lo tengo. – Contestó con una sonrisita, tomando mi mano.

-Claro que sí. – Volví a decir, acercándome un poco a él y plantándole un suave y cariñoso beso en los labios. – Si no hubiese sido por tu idea, aún seguiríamos pensando en qué hacerle a la zorra para que nos deje en paz.

-Bien, pero lo hice por ti.

   Rió, y me atrajo hacia él para abrazarme y besarme con ternura. Posé mis manos en la parte baja de su espalda y disfruté de su beso.

   Nadie en este mundo me arrebataría a mi Bengy.

-Te amo. – Murmuró, despegando sus labios de los míos unos centímetros, y juntando su frente con la mía.

   Abrí los ojos y lo encontré con los suyos cerrados, respirando muy lentamente. Me abracé incluso más fuerte a él y sonreí.

-Te amo, Bengy.

   Juntamos nuestros labios y nuestras bocas comenzaron a moverse acompasadamente, conociendo los movimientos del otro. Su lengua rozaba la mía con suavidad y sus manos acariciaban mi cuello.

   Por un momento, olvidé que nos hallábamos en el medio de la calle frente a nuestras casas, olvidé que mis padres no sabían que había salido y posiblemente estando allí corríamos el riesgo de ser descubiertos, simplemente me dejé llevar por su tacto y disfruté de aquel perfecto momento.

-Es muy tarde… - Murmuré mientras, con mucho esfuerzo, me separaba de él.

   Mi novio abrió los ojos de a poco y me miró fijamente. Luego, hizo pucheros como un niñito, haciéndome sonreír.

-Pero no quiero que te vayas. – Dijo, tomando mi mano y atrayéndome hacia él de un tirón. Segundos después, nos hallamos en la misma posición que hace unos instantes.

   Reí y apoyé mi mano en su mejilla, sin parar de besarlo.

-Debo irme. – Murmuré con mis labios aún pegados a los suyos.

-Pues voy contigo. – Dijo con una sonrisita pícara y, de repente, me hallé en sus brazos siendo cargada como una princesa.

   El moreno caminó hasta la entrada de mi casa, dónde yo le tendí las llaves con una sonrisa para que abriera la puerta. Una vez dentro, caminó sigilosamente escaleras arriba, mientras los dos intentábamos contener nuestras pícaras risitas.

-Sh. – Me calló mi novio con una sonrisa. – Si sigues riéndote nos descubrirán.

   Asentí e intenté callarme, pero simplemente no podía. Se me volvió a escapar una risita, y esta vez al moreno se le contagió.

   Finalmente, llegamos a la puerta de mi habitación y, riendo, entramos.

-Esto es muy arriesga… - Comencé a decir, pero me vi obligada a callarme cuando el moreno se abalanzó sobre mí, abrazándome fuertemente y besándome de una manera muy apasionada, dejándome sin aliento.

    Sin poder controlarme, llevé mis manos a su cabello y le seguí el beso. Nuestras lenguas se movían acompasadamente y nuestras manos recorrían el cuerpo del otro, descubriéndolo, acariciándolo.

   Pasé mis manos por su abdomen y sentí sus abdominales, luego le ayudé a quitarse la camiseta para poder acariciar sus pectorales y su clavícula, rozando su piel caliente con mis manos.

   Sentí como el moreno luchaba con los botones de mi camisa para deshacerse de ella, y me separé unos centímetros de su cuerpo para quitármela por encima de la cabeza.

El NiñeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora