Y volvió a sentirse sólo, lloró, lloró por Jimin, lloró por si mismo, lloró por todo lo que ambos habían pasado.
Y lloró porque ahora sabía que siempre había estado solo. La soledad lo había acompañado desde que tenía uso de la memoria.
— No llores, está bien, pronto lo olvidarás. —soltó el enfermero. — Necesito que tomes tus medicamentos.
Yoongi sólo asintió, tomó entre sus manos las dos pastillas que le ofrecía el enfermero y se las tragó de una.
— Tengo que irme ahora, Yoongi, pero volveré mañana a hacerte compañía.
El pelinegro asintió, miró la vaga forma de su acompañante desdibujarse entre los ventanales del pasillo.
— Alto.
— Si? — le respondió antes de desaparecer tras la esquina.
— Cómo te llamas?
Yoongi no necesitó respuesta, ya que aún tenía la lucidez suficiente para descifrarlo él mismo.
Park Jimin.