Jaime

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Le echaron la culpa al profesor de lenguaje. Dijeron que nos hacía leer cosas raras, que por eso nos habíamos puesto extraños, así dijeron que estábamos, como si nos hubieran abducido unos extraterrestres y nos hubiéramos convertido en zombis o vampiros o seres de otro planeta y eso que el profe Sánchez había sido buena persona y se había detenido delante de nosotros suspirando y yo creo que sencillamente nos miró, a la Frida con los ojos pintados, a las mujeres del curso más mujeres, a nosotros más hombres y ruidosos y fuertes aunque fuera a medio camino, y nos dijo que en la vida había cambios importantes y la sexualidad, eso dijo, sexualidad, era una revelación que había que manejarla con cuidado, era como si te dieran un arma biológica ultra poderosa y que era una de las fuerzas más potentes de la naturaleza y traía de la mano al amor que era la causa de la mayoría de los escritos que íbamos a revisar y que solo le hacía juego la muerte y ojalá la muerte no nos tocara y yo le miré la cara al Ernesto que se puso triste, se lo noté en el tic nervioso del parpadeo y Sánchez, el profesor de lenguaje, siguió con el discurso del amor y la sexualidad y escribió la palabra «adolescencia» en la pizarra y ahí como que me enojó un poco porque por todo lo que hago en mi casa se disculpan con que estoy poniéndome adolescente pero siguió y siguió y habló de la atracción sexual y la atracción amorosa y el amor platónico y el amor cristiano y la caridad y la admiración y un montón de cosas y yo creo que metió la pata cuando habló de erecciones y orgasmos porque hubo alguien que le contó a su papá o a su mamá (yo estoy seguro que la que se fue de lengua fue la Pulga, que es pegada a su mamá y a su papá y es la más chica del curso en edad y en tamaño) y a alguien se le metió que Sánchez nos lavaba el cerebro cuando pasó lo de la fiesta, que en realidad la Pulga no tuvo la culpa, no sé quién empezó, el curso se volvió como jauría y Sánchez, el profesor de lenguaje, dijo que el alcohol y las drogas eran un tema muy complicado y nosotros miramos para todos lados y Julio se rió para dentro y la Frida también (y yo sé por qué) y ahí terminó la clase y yo le dije al Ernesto que estaba bueno que nos hablaran de eso pero él lo único que quería era ir a jugar fútbol.

El año que nos volvimos todos un poco locosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora