Capítulo 2 ~ 15 minutos.

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"El amor es un irresistible deseo de ser irresistiblemente deseado."


Nicholas

Me subí a mi coche a toda velocidad aún con el sabor a dentrífico en mis dientes. Puaj, que asco. Me había levantado media hora más tarde de lo habitual, por lo cual solo tenía en mis manos 15 minutos para no llegar tarde al instituto. A la velocidad de la luz tomé un vaso de zumo de manzana y pasé por mi garganta una tostada apenas masticada. Me puse mis jeans negros, mi remera blanca y las zapatillas a juego. Iba a cojer la campera de cuero, pero no hacía frío en verdad, así que simplemente tomé las llaves del Volvo de papá y salí de casa.

-Adiós, Tamara- Le dije a la mucama antes de cerrar las altas puertas detrás mio.

Mi saludo hizo eco en la sala de estar por la amplitud de la misma. Mis padres habían invertido más de lo conveniente en hacer una enorme casa para una enorme familia, aunque les había fallado totalmente el plan. Ellos salían todo el tiempo de viaje, así que mayormente era yo solo en casa cenando, durmiendo o viendo la tele... Claro, eso sin contar a Tamara, la ama de llaves, que era como una segunda madre para mi. O una madre. Si, mejor dejémoslo ahí.

Me subí al flamante coche que tendría para mi solo por una semana y puse una estación de rock pesado a todo volumen. Hay quienes dicen que eso ahoga tus sentimientos, pero en mí lo único que generaba era que estos crecieran más y más, ahogándome a mí más que a ellos mismos.

Conduje por el camino bordeado del césped más verde de todo el vecindario (Según la revista "El vecino", repartida a todos los que vivían en la zona semanalmente) y salí a la carretera a una velocidad bastante por encima de lo recomendado, pero rogaba por no empezar las clases llegando tarde.

8:00 marcó el reloj del coche.

Dado que ya había llegado tarde, porque las puertas del Instituto cierran a las 8:00, decidí bajar la velocidad. Si iba a tener un accidente en coche, que por lo menos fuera por un buen motivo.

Vi a una tremenda rubia parada delante de su auto, inclinada viéndo algo cerca del motor de su Jeep y a una flacucha morocha al lado suyo, ambas con expresión de cansancio. Decidí detenerme para darle un aventón a la rubia y a su amiga. 

La chica a la que yo había identificado como flacucha se me quedó mirando cuando salí de mi coche, lo cual no me sorprendió, sino que ciertamente me gustó ser visto así. Era la típica mirada de deseo, solo que no parecía del todo típica en esos ojos grises. Era un deseo... Glorioso, como si fuera inalcanzable. La rubia de atrás ni se había percatado de mi presencia, por lo que decidí usar a su amiguita para conseguir su número. No tenía ninguna duda de que con la rubia esa yo podría pasar un buen rato.

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La flacucha no me dio el número de su amiga ni el suyo propio, por lo que detenerme a hablar con ella fue una total pérdida de tiempo. Mujeres idiotas, flacucha idiota, todos idiotas.

Entré al instituto y todos se giraron a mirarme, aunque, por supuesto, a nadie debería sorprenderle que yo llegue dos horas más tarde de lo debido. Soy Nicholas Greenwood, es normal en mi hacer cosas así.

Sin embargo, estaba en un instituto nuevo, donde solo conocía a mi viejo amigo del vecindario Derek y a algunos de sus amigos que me cruzaba a veces en distintas fiestas.

Apenas los vi apoyados sobre unos casilleros me dirigí a ellos. Se notaba que eran los típicos chicos malos, y yo supe que encajaría entre ellos perfectamente, porque en mi vieja escuela no sólo pertenecía a ese mismo grupo, sino que era el líder. Les choqué las manos a los dos mejores amigos de Derek, Sam y Dylan, y luego me apoye yo mismo en un casillero agradeciendo en silencio a todas las chicas que traían polleras cortas o vestidos innecesariamente ajustados.

Cicatrices.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora