3. TÍO SEBASTIAN

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Aturdida debido a la presencia del hombre que era prácticamente el hermano de su padre, se dispuso a avanzar con lentitud hacia ellos tomándose su tiempo para procesar las cosas que se producían en su mente. Su cuerpo ardió bajo la mirada de esos profundos y gélidos ojos familiares, pero que a la vez, eran casi olvidados por la menor.



Había transcurrido demasiado tiempo desde la última vez que Artemisa había visto a Sebastian. Ella apenas cumplía los siete cuando éste se marchó a otro país por, según su padre, asuntos del trabajo. Y por más que no fueron veinte años, ella siquiera lo recordaba con exactitud. Mucho menos podía reconocerlo debido al cambio de apariencia del ojiazul.



Artemisa inspeccionó el rostro del recién llegado, maldijo internamente al no pasar por alto el atractivo que él poseía ante sus ojos. Realmente había cambiado. Unas muy pocas visibles arrugas descansaban bajo sus brillantes ojos; su cabello, el cual era largo la última vez que se vieron, ahora estaba cortado casi al ras de su cráneo, provocando que sus facciones y mandíbula se marcasen aún más, obteniendo volumen. Al filo de su rostro en la parte inferior de él, una barba con más pimienta que sal predominaba sobre su barbilla hasta el borde de sus labios, cosa que se tornó atractivo ante la curiosa mirada de la Döuh más joven.




Ella mantuvo su mirada sobre él y elevó su barbilla adoptando una expresión de indiferencia; sin embargo, su interior era todo un caos, como si pequeñas personas estuvieran dentro suyo gritando y corriendo de un lado a otro.




Su entrecejo se arrugó y sus labios se formaron en una sonrisa con un fingir casi invisible ante ojos ajenos.




Tian —Dijo en un murmuro, acercándose hacia ellos mientras rezaba para que ninguno de los dos hombres notase su nerviosismo.




—Hey, princesa —Saludó el ojiazul, con una gran sonrisa que por poco provocó que sus piernas temblasen —. Mírate, estás hecha toda una mujer.




Artemisa pudo sentir una extraña y feroz sensación en la boca de su estomago, asemejado a pequeños calambres que había provocado aquel comentario. Una sonrisa, esta vez sincera, se dibujó en su rostro, siendo correspondida por el rumano, quien dejó ver las perlas brillantes que tenía como dientes.




Su mente quedó en blanco por un momento, hasta que sintió unos fuertes y firmes brazos rodear su cintura con dulzura. Se sintió enferma al sentir aquella muestra de afecto, y su cuerpo se tensó cuando la piel desnuda de sus brazos hicieron contacto con los de él. Demoró unos instantes en reaccionar y llevar sus manos hacia el torso fundido en una playera negra del mayor, mirando de reojo a su padre que los observaba con una expresión idéntica a la de un niño pequeño en su cumpleaños.




— ¿Cuántos años tienes ya? ¿Dieciséis? —Inquirió él, separándose lentamente de la joven sin abandonar del todo su contacto de su piel.




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⏰ Última actualización: Nov 01, 2019 ⏰

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SCARY LOVE;; sebastian stanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora