Este no soy yo

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Berwald estaba muy asustado, pero en cuanto se vio "así mismo" entrar por esa puerta, no pudo evitar caer al suelo casi inconsciente.

—¿Qué pasa, Fin? ¿Fin? ¿Qué haces en mi cuarto...?-exclamó la esencia del danés.

—¡Tú...!- fue lo único que logró formular el sueco, aun sorprendido de verse a sí mismo desde otra perspectiva

—¿Qué, qué te pasa? –Mathias estaba muy desconcertado, no entendía por qué Tino estaba tan asustado y  en "su habitación"

—Mírate en el espejo y lo entenderás.  ¡Tú eres yo!

Mathias le obedeció, y entonce notó que estaba en cuerpo ajeno. Sorprendido, se acercó aun más al espejo para confirmar que efectivamente, ese no era él, o más bien, ese no era su cuerpo.

-¿Pe...pero por qué tengo que ser tú...?—negó, con indignación—. Aguarda... entonces si yo estoy en tu cuerpo, y tú en el de Tino, ¿quién está en el mío?

—No lo sé, pero hay que resolver esto cuanto antes—propuso el sueco, levantándose del suelo.

—Ve el lado bueno, al menos te tocó el cuerpo de tu esposa.

—Cállate, y mejor vamos a ver a los demás para solucionar esto.

—¿Y A quién vamos a ver primero?

—A Lukas, por supuesto, esto debe ser broma suya.

Entonces marcharon a la habitación de al lado, y vigilando de que no hubiera gente, tocaron la puerta lo más fuerte posible. <<Vamos, Lukas, abre la maldita puerta>>. Luego de unos eternos segundos, el aparente Lukas los recibió, encontrándose con sus hermanos muy molestos.

—Lukas tenemos que hablar-exclamó Berwald, con su mirada aterradora.

Fue suficiente para Tino verse a sí mismo con esa mirada tan típica del sueco. Lo único que pudo hacer fue acercar su mano su rostro, y posteriormente desmayarse. Estuvo cerca de golpearse la cabeza de no ser por la reacción de último momento que tuvieron tanto Berwald como Mathias, que lo tomaron de los brazos. 

—Bueno, ya sabemos que Lukas también fue afectado. ¿Crees que esté en mi cuerpo?

—Solo quedan dos posibilidades, Den, y pronto una —dijo el sueco,mientras señalaba la cama perteneciente al islandés. El individuo aun no despertaba, o eso aparentaba.

Los dos, con cierta precaución, dejaron a Tino recostado en el sofá y cerraron la puerta. De puntitas, sin hacer mucho ruido, se encaminaron hacia la cama de al lado. Se me miraron uno al otro por un largo tiempo, hasta que Berwald perdió la paciencia.

—¿Y? ¿Quién lo despierta?

—Yo no-negó el danés.

—Como quieras-y Berwald, zarandeo cuidadosamente el hombro del aparente islandés.

—¡Qué quieren, maldición!

Tanto Berwald como Mathias se quedaron boquiabiertos; sabían perfectamente quien era en realidad.

—¡Lukas...!

—Sí, sí, ya sé, maldición, no sé como sucedió esto.

—Entonces... ¿ya lo sabías?-preguntó Mathias, asombrado. 

—Desde hace unas horas; me desperté algo agitado, y en cuanto vi que estaba en la cama de Emil supe que algo no andaba bien. Me fui a ver al espejo y ahí lo confirmé... esperen ¿Qué rayos hago "yo" en el sofá?—exclamó desconcertado, señalando hacia su cuerpo tendido en el sofá.  

La maldición de Arthur.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora