PROLOGO

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Era primavera cuando lo vi por primera vez, su rostro mostraba dulzura, sus ojos destellaban inocencia, sus labios tan finos siempre curvados en una hermosa sonrisa, ese era el, un niño tierno y amigable, un niño que veía este mundo corrompido con los colores más fascinantes que se puedan imaginar.

¿Qué paso con ese niño?

Ahora te tengo aquí al frente mío lleno de heridas y ebrio hasta la punta de tus rojizos cabellos, diciendo las palabras más horribles que pude llegar a oír de aquellos dulces labios.

¿Cuándo empezaste a odiar la vida?

La botella de vino que antes él había pedido la desocupo en menos de lo que llegue a pensar que se podía, al estar vacía no dudo en estrellarla en una de las paredes del fondo, empezando así una pelea en aquel lugar.

¿Quién te volvió tan agresivo?

Sacarte de allí fue toda una odisea, siempre que lograban zafarte del sujeto que con desesperación golpeabas, volvías y te arremetías a otro, te volviste endemoniadamente fuerte, entre cinco hombres tuvieron que sacarte, y eh de decir que, aun así, varias veces lograste zafarte de sus manos.

¿Por qué sufres tanto?

Al encontrarte ya afuera del establecimiento, te dejaste caer al suelo, soltando así gritos de dolor, estabas destrozado, muerto en vida.

¿Quién es el culpable de esto?

Una sombra apareció de repente frente a nosotros, un tipo, con una expresión horrible, te miraba de manera altanera y orgullosa, como si disfrutara del dolor que tú ahora cargabas.

—Así te quería ver —pronuncio—, humillado y desesperado —tras decir aquello una carcajada se escuchó en el lugar.

—¡Lárgate! —gritaste con desesperación— ¡Lárgate! No quiero verte, vete y ya déjame en paz —pediste, no, más bien suplicaste.

—Lo hare, al fin de cuentas ya te vi como quería hacerlo —poniéndose encuclillas aquel hombre tomo tu mentón y levanto tu mirada— eres solo un perro, un maldito y vil perro —sonriendo se levantó y se marchó de aquel lugar.

Tus puños se apretaron con ira y fuerza hasta el punto que llegaste hacerte daño a ti mismo.

¿Él es el culpable de que estés así?

Te pusiste en pie y tomaste camino a tu casa, eh de decir que era un lugar muy bonito desde afuera, pero adentro era la cosa más horrible, todo se encontraba lleno de polvo, había basura por donde fuera que pisaras, la cocina era un desastre y tu cuarto estaba lleno de ropa sin lavar.

¿Qué paso con ese niño lleno de vida?

Verte dormir no fue lindo, no, cuando de tus ojos no dejan de salir lágrimas de dolor, tus hermosos labios ya no se curvan en una sonrisa, tus ojos azules ya no brillan, están opacos.

¿Cuándo te perdiste en el camino?

El despertar fue agobiante, te dolía todo el cuerpo, pararte de aquella cama fue toda una tortura, cada paso que dabas dejaba ver el dolor que sentías, te bañaste despaciosamente, te secaste y cubriste tu cuerpo con un pijama limpia, tal vez la única que quedaba.

Desayunaste una taza de café y pan con mermelada, volviste a tu cuarto y allí te dejaste caer en la cama quedando profundamente dormido. La puerta principal se abrió un chico de cabellos castaños había entrado, miro todo el lugar y dando un suspiro de resignación, empezó a organizar aquel desastre.

¿Quién era ese chico?

Te dejo todo totalmente limpio, su mirada de notaba tristeza cuando te vio en la cama, sus manos acariciaron tus hermosos cabellos y una sonrisa amarga, se dibujó en su rostro, "volveré" te susurro y salió de nuevo de tu casa.

Dormiste todo el día, al llegar la noche te levantaste ya un poco mejor y fuiste a la cocina, preparaste unos huevos, un café y tomaste unas tajadas de pan, comiste y volviste a tu cama, miraste por horas el techo, como si este fuera lo mejor del mundo.

—Fyodor... —me llamaste— perdóname —¿perdonarte qué? —todo esto ha sido mi culpa —tus ojos se llenaron de lágrimas, quería secarlas, pero no podía.

¿Cómo sabes mi nombre?

Una luz se hizo presente en aquel lugar, un hombre de cabellera albina y ojos extraños apareció frente a mí.

—¿No lo recuerdas? —me pregunto a lo que yo solo negué— Tu eres el culpable de que él, este así —pronuncio dejándome en shock.

—¿Cómo? —murmure.

—Te lo mostrare... —aquel cuarto se volvió blanco, todo lo que allí había desapareció.

—Quiero verlo —pronuncie decidido.    


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Mi Condena, Valio la PenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora