Parte dos: La catarina ciega

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― Emma, por favor quítate los audífonos y escúchame ― Ordenó su padre mientras tiraba de los cables, logrando que estos salieran de sus orejas, provocándole una mueca de fastidio ― Por favor no olvides hacer tu tarea hoy en la noche, si no ya sabes que nos va mal a los dos con tu madre ―.

Ella se limitó a rodar los ojos, para después murmurar un débil para que su padre le dejara en paz durante lo que restaba de trayecto.

El fin de semana habia terminado, y con ello debía volver a casa con su madre para los siguientes días de la semana. No le entusiasmaba mucho, pero tampoco le hacía mucha ilusión ver durante más tiempo a su padre.

Más por lo que habia descubierto aquella noche, cosa que solo le lograba revolver el estómago.

― Me preguntó si era así de adolescente a tú edad ― Soltó en un comentario Adrien a modo de broma, sonriendo.

Pero claro, esta sonrisa se borró en cuanto vio la mueca de desagrado en el rostro de su hija.

Era difícil tratar con los adolescentes; Esperaba no haber sido un dolor de cabeza para su padre o Nathalie.

Lo que siguió de trayecto fue silencioso para ambos, exceptuando el sonido que salía de los audífonos de su hija, demostrando que ella llevaba la música a todo volumen, pues pudo reconocer aquella canción como parte del género del k-pop.

― ¿Te apetece ir por un helado de André el siguiente fin de semana? ― Se atrevió a comentar a la par que salía del auto, cargando sobre su hombro la mochila donde se encontraban las pertenecías de Emma.

― A decir verdad, tengo planes con unos amigos el fin de semana ― Atinó a decir, encogiéndose de hombros mientras buscaba las llaves de su hogar sin mirarle el rostro ― Creo que deberías saltarte el saludo con mamá, ya son las once y te apuesto que no estará muy feliz de que me vinieras a dejar a estas horas ― Añadió, tomando la mochila del hombro de su padre ― Te veo luego, papá ―.

Adrien intentó agregar algo más, e incluso buscar un abrazo o algun beso afectuoso por parte de su pequeña, pero pronto entendió que, como era usual durante ese último año, aquello sería difícil.

En muchas ocasiones durante aquellos últimos días solo podía pensar que le hubiera encantado que Emma heredara un poco más el carácter de Marinette, después de todo, recordaba cómo era ella en la adolescencia; Una chica tierna y alegre.

Se preguntó si era así de huraño o depresivo a su edad.

Y mientras la veía abrir la puerta de la casa, se preguntó si tenía culpa de aquello. El divorcio no habia sido fácil para ambos, y aunque Emma era una niña fuerte, las consecuencias de no tenerle confianza a Marinette acerca de su identidad secreta traspasaron hasta su pequeña hija.

Cuando Emma cruzo el umbral de la puerta se sintió aliviada de no pasar más tiempo con su padre, pues ella misma no sabía si podría contenerse.

Sí, estaba molesta, pero no iba a gritarle pestes. No era algo con lo que se sentía cómoda, pero tenía miedo de caer en ello.

Aun así era difícil para ella recordar muchos de los sucesos en los cuales su padre, o más bien, Chat Noir, se encontraba involucrado; Desde él mirando con ternura a su compañera, hasta los candentes besos que la prensa habia captado de incognito de ambos héroes.

Le dolía porque de una forma u otra habia lastimado a su madre.

Y también le habia mentido, a ambas.

Aun así, a pesar de eso; No sabía qué hacer.

¿Qué se suponía que debía hacer cuando descubres algo tan grande? ¿Debería contárselo a su madre?

De adolescentes y divorcios [Miraculous Ladybug]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora