-Primer capítulo-

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Se despertó sobresaltado cuando un niño lo pinchó con una rama.

-¿Está vivo?

-Sí. Creo que se movió.

Los murmullos de los infantes lo aturdieron. Haciéndolo gruñir mientras giraba su cabeza e intentaba volver a acurrucarse sobre el sucio pavimento.

Dormir. Dormir. Dormir.

-¿Será un alien?

¿Qué?

-¿Qué dices, Adrián? Los extraterrestres duermen en cápsulas. Lo vi ayer por la tele. -una niña respondió, no fue la respuesta más acertada, pero al menos negó que sea un alien.

-Oh, síp. Vi esa caricatura ayer, fue genial. ¿Vieron como explotó esa nave? Increíble.

Él no era un alien por el amor de Dios, sólo un omega intentando dormir. Cerró fuertemente los ojos mientras los infantes hacían silencio. Si tenía suerte ya habrían encontrado algo mejor que hacer.

-Él no parece un extraterrestre.

Correcto. No dejarían que vuelva a dormir. ¿No tendrían que estar en la escuela de todos modos?

Sus huesos crujieron mientras se levantaba. Debía encontrar mejores lugares para dormir y un lugar donde bañarse, apestaba.

Sacudió su cabeza mientras intentaba recordar cómo había llegado ahí. Oh, no había sido una buena noche.

Se puso de pie con dificultad y abrió los ojos, la vista era... graciosa; frente a él habían cuatro niños escondidos detrás del cuerpo de una niña que lo apuntaba decididamente con... ¿eso no era una varita mágica de las que venden en la feria?

-No sabemos dónde está tu nave, por favor, no comas nuestros huesos.

Los miró, aburrido.

-Puedes comerte a Sophie, nosotros estuvimos enfermos. Ella no -Uno de los niños exclamó, balanceando su cuerpo de atrás hacia adelante.

-¡Oye! ¿Por qué yo? ¡No quiero ser comida de alienígenas!

Giró sus ojos, volteando su cuerpo y caminando hacia el lugar donde 'vivía'. Realmente necesitaba una ducha, y luego debía ir a conseguir un trabajo, otra vez.

-¡Te lo mereces! ¡Nunca nos quieres invitar con tus caramelos!

¿Qué diablos sucedía con esos niños?

Salió de la improvisada ducha, masajeando su cabello con una vieja toalla y caminó hacia la pequeña casa de metal y cartón que tenía en frente. Estaba cansado, demasiado cansado, jodidamente cansado.
Su cabeza rebotó sobre el colchón cuando se tiró sobre él, suspirando felizmente al tener algo suave donde dormir.

Oh, tenía que conseguir un trabajo. Definitivamente debía hacerlo si quería seguir manteniendo esa vida.
No le molestaba, de todos modos. Tenía anécdotas muy divertidas.

Como la vez en la que le dijo al padre de un niño que cuidaba, que su hijo se había quebrado una pierna mientras bajaba una escalera. O el día en que tiró 80 personas a una piscina -él era el salvavidas-. También cuando estaba trabajando en una fábrica y llevó una picana eléctrica para molestar a sus compañeros; lo despidieron después de eso.
Y su favorita; el día en el que colocó picante en la comida y bebida, para luego echarle polvo pica-pica en el cuello de la camisa a un alfa que lo estaba acosando;
"Mírate. Utilizando pantalones tan ajustados para que te follen, ¿y luego por qué los violan? eres una pequeña perra. Apuesto a que te mueres por un pene en tu redondo culo". Sí, definitivamente el bastardo se merecía aquello, lamentaba no haber incendiado su auto. Por supuesto que lo despidieron después.

Magnifique, Omega. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora