-Segundo capítulo-

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Se negaba a avergonzarse, era peligrosamente consciente de las miradas repulsivas que los alfas le hacían llegar, alzó su barbilla y se movió con agilidad hacia la puerta, cerrándola detrás de sí.

Debía dejar de renunciar a sus trabajos después de una semana.

Ya había tenido más de 14 empleos, desde limpiar autos, locales de comida rápida, secretario, vendiendo en tiendas, fábricas y sex-shop's —donde consiguió algunos artículos, pero ese era un secreto entre él y sus sábanas —, inclusive cuidando ancianos y niños. Aunque ninguno de ellos había durado más de una semana, algunos sólo el día. El omega se aburría con facilidad y las miradas de repudio y malos tratos no ayudaban. Su orgullo y dignidad le obligaban a renunciar, o lo despedían, también.

Suspiró.

—Buenos días, joven Tomlinson— la simpatía en las palabras de la beta contrastaba con la sutil mueca de desagrado pintada en sus bonitos labios, sus ojos vagando a través del cuerpo del omega, desde sus gastadas Converse negras, un traje caqui parcheado y con numerosos agujeros, hasta sus desafiantes ojos azules; sonrió.

Beta estúpida.

—Buenos días, Lydia— respondió él, sus ojos rodando hacia arriba y la sonrisa más maltrecha que pudo conseguir.

—Oh, ¿vienes en busca de otro trabajo? Que lástima, la agencia está cerrada para ti.— la mordacidad en sus palabras no buscaba ser ocultada, Lydia observó con desdén al chico frente a ella, sus dedos tamborileando sobre el escritorio.

—La agencia ha estado demasiado tiempo cerrada durante los últimos meses, ¿no crees?— el omega murmuró con malicia, no lamentando cuando la beta lo oyó.

—No olvides quien te da trabajo, omega sucio. ¿O crees que tu ropa y tu deplorable aspecto ayuda en algo? Mírate.

La beta se burló, y Louis sonrió divertido. Oh, era tan entretenido molestarla. Que fácil perdía ella la paciencia.

—¿Por qué? ¿Tienes problemas para cumplir con tu trabajo? ¿O para mantener la boca del guardia  de seguridad fuera de tu vagina?

Y cuando ella gruñó, Louis supo que su día empezaría siendo muy divertido.
¿Quién podría juzgarlo? No eran exactamente mejores-amigos-con-pulserita.

La cara de Lydia estaba desencajada, el enojo brotando de ella mientras miraba al omega. Asqueroso y repugnante omega que no comprendía su lugar, ¿quién se creía para insinuar tales cosas? Su lengua picó, las palabras luchando por deslizarse fuera de su boca.

Su respuesta se perdió al momento en que un ruido sordo y un montón de papeles volaron por la habitación.

Olía a alfa.

Los orbes añil del omega se dirigieron rápidamente al cuerpo en el suelo; rizos oscuros y desordenados, una remera más grande que el pequeño cuerpo y ceñidos pantalones blancos. Su garganta se secó.

Hermoso.

—¡Alfa inútil! ¡¿No eres capaz siquiera de llevar unos estúpidos papeles?! No entiendo porqué aún no arranqué tus ojos de tu horrible rostro, ¡niño estúpido!— La beta gritó, furiosa, la rabia drenándose hacia un nuevo foco.

Cállala, lo está insultando. Haz que se calle.

El niño levantó la cabeza y entonces lo vio; mandíbula marcada, pómulos afilados y gruesos labios color sandía que contrastaban deliciosamente con el color tostado de su piel. Louis comenzaba a tener problemas para respirar.

Magnifique, Omega. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora