No le cuenten.
No le cuenten que escribo esto.
No le cuenten que perdidamente caí.
No le cuenten que la mañana trae consigo su recuerdo, y que al dormir morfeo me entrega mis anhelos. Anhelos difíciles, y que sólo pueden vivir en mi cabeza.
No le cuenten que desde que lo escuché, mi oído lo implora, y quedo sorda ante cualquier sonido que no me complazca como lo hace su voz.
No le cuenten que mi cuerpo quiere sentir sus caricias, y guardarlas eternamente bajo mi piel.
No le cuenten que aunque no lo he sentido físicamente, el duerme conmigo por las noches, y le hago el amor.
No le cuenten que mi boca arde por uno tan solo de sus besos.
No le cuenten que caigo rendida a sus pies con solo escucharlo.
Tampoco le cuenten que no le creo, que sus palabras me hacen dudar, pero aún así me alegro de escucharlo.
No le cuenten que deseo emprender un viaje hacia sus brazos y naufragar en su cama.
No le cuenten que me importa un carajo los miles de kilómetros que nos separan, porque una caricia suya valdría la pena.
No le cuenten que cuando una ligera brisa trae su recuerdo a mi mente; sonrío, como quien ha tenido a esa persona. Pero aún yo no lo tengo; no lo siento.
No le cuenten que con sus fotos me pierdo, y me vuelvo a encontrar al recordar su lejanía.
No le cuenten que he perdido la cabeza.
No le cuenten.
No le cuenten que de él me estoy enamorando.