Cuando el cielo comenzó a adquirir un tono grisáceo, un llamado desde el interior de la casa advirtió a TN de una tormenta. Jung Hoseok había corrido hacia su novia embeselado con su belleza, y, tomándola en sus brazos, la acompañó hacia dentro, donde una ola cálida contrastó al frío viento del exterior.
Al entrar, ella visualizó, sobre la mesa de café, una apetitosa merienda que le había preparado su novio con todo el amor del mundo. El mismo, se hallaba con sus ojitos brillosos que miraban expectantes la aprobación de la chica, y cuando la vio sonreír, sintió unas inmensas ganas de fundir sus labios en los ajenos y dormir abrazados en el sillón. Sin embargo, se quedó en la primera parte; su mano levantó la barbilla de la chica y la miró a los ojos, una conección apareció entre ambos y fue inevitable el inminente arranque de deseo y pasión. Al momento, se encontraban fundidos en el cuero negro del mueble tan cómodo, los belfos de Hoseok acariciaban con parsimonia y dedicación los de su novia, que respondía a ellos con tal anhelo que emergía así un aura de adoración mutua.
—¿Sabes? Ahora que te tengo a mi lado en esta casa, se me resulta más difícil controlarme — murmuró él, entre aquel minúsculo espacio que separaba sus cuerpos fervientes en lujuria.
—¿Y quien te ha dicho que te controles?— preguntó ladina, con un tonito que endulzó los oídos del chico atento ahora en sus palabras, quien negó sonriente.
Así, el ambiente que pronto había florecido, adoptó una forma de necesidad carnal en la que dos anatomías jugaban a encontrarse. Jung Hoseok llevaba sus suaves besos al cuello, donde humedecía toda la piel a su paso. Encaminaba sus palmas a la espalda prontamente descubierta de su novia, haciéndola estremecer ante su tacto, penetraba en cada poro, redescubriendo lugares sensibles y marcándolos con su contacto. Las manos curiosas de la joven se deleitaban con la suavidad del cuero cabelludo del chico, luego pasaron a formar un bailecito de dedos entre du vientre descubierto por la remera subida, por ella misma, de él.
Poco tiempo pasó cuando ambos ya estaban desnudos y juntos, profesándose miles de sensaciones que lograban un éxtasis continuo, un deleite asombroso que destrozaba cada fibra de sus seres, inculcándose tan profundamente como un destello de plenitud. Allí, entre sus piernas, una unión que bombeaba con fuerza, al ritmo de jadeos y gemidos acompañados de fricciones y delirios, palabras inteligibles que salían de los labios húmedos de tantos encuentros.
Entonces llegaron al clímax y se declararon silenciosamente su amor persistente. Sin embargo, ella había roto el vinculo de sus ojos para buscar entre su ropa desparramada un paquete de tampones, de allí sacó uno y volvió a mirar a Hoseok que, con confusión la observaba. Y cuando le explicó, sus rasgos plenos comenzaron a abrazarle el alma, porque él había escuchado sin prejuicio y se dio cuenta de que hacía lo correcto.
Él mismo salió de ella y le colocó lo que requería, sintiendo los orbes ajenos en su ser.
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